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Reuniones difíciles: cómo hablar con quien no escucha

23 enero, 2019

Qué difícil es la comunicación. Qué mal se pasa cuando te toca convocar una de esas reuniones difíciles, en las que sabes que van a llover dagas, va a haber gritos, quizás hasta lágrimas, y que estas últimas, como no te andes con ojo, van a ser tuyas a las tres de la mañana en pleno ataque de ansiedad.

Por desgracia, a veces son inevitables. Ya sea en un claustro en el que hay que tratar temas complejos, o con una compañera que no entiende cómo funciona el colegio o, horror de los horrores, con una de esas familias que no acepta nada de lo que le dices sobre su churumbel, el nuestro es un trabajo en el que se necesita tener mucha mano izquierda y saber decir según qué cosas.

Nadie se libra. Te toca cuando tienes una tutoría y también cuando eres especialista. Te toca mil veces más cuando estás en dirección. Una al día, si las cuentas no me fallan.

Y a base de sustos, de disgustos y de muchas lágrimas de ansiedad y de rabia, vas aprendiendo a desenvolverte en esas reuniones difíciles. O no, y lo que aprendes es que tú no puedes llevar la voz cantante y es mejor dejar que la dirija otra persona, contigo de apoyo moral (y espalda ancha para esconderse detrás si hace falta).

Yo espalda ancha tengo. Lo malo es que soy retaca y a la primera hostia voy al suelo, así que aporto mis asentimientos más sinceros y mi apoyo incondicional.

Y el temblor de rodillas al salir de según qué encuentros.

Reuniones difíciles y cómo afrontarlas

A menudo, las reuniones difíciles no se pueden prever. Tú no crees que el tema a tratar vaya a ser grave, o que las personas delante de ti tengan motivos para sentirse atacadas, y de repente te encuentras saliendo del aula y buscando a alguien más alto y fuerte que tú porque tienes miedo de que te suelten un guantazo.

O un claustro que augurabas tranquilo se pone tan tenso que varias compañeras se levantan para insultarse a gritos y hay que separarlas fisicamente.

O en una reunión de evaluación saltan chispas y se dicen auténticas barbaridades que llevan guardándose años y tienen que salir justo hoy.

Pero en muchas ocasiones sabemos que va a ser una reunión compleja porque hay que tratar temas personales. Desde decirle a una familia que su hija va a repetir, a explicarle que tiene necesidades educativas especiales o que su comportamiento no es el adecuado.

Porque con «reuniones difíciles» no me refiero solo a aquellas en las que la tensión hace estallar las pasiones más bajas, sino aquellas en las que es muy importante transmitir bien la información para evitar malentendidos después. Son precisamente esos malentendidos los que crean las situaciones incómodas (y a veces violentas) después.

Siempre en grupo

Si piensas que en una reunión se van a tratar temas importantes (no digamos ya si temes que haya violencia, verbal o física), no la hagas nunca sola. Si eres tutora, haz que te acompañe la PT, la consultora o alguien de dirección. Si estás en dirección, recuerda que sois un equipo y que es mejor que todas oigáis la información de primera mano.

Ten en cuenta que no estoy hablando solo de las familias. Si puedes, trata de reunirte con la Inspección siempre con alguien más de tu centro, por eso de intercambiar notas después y asegurarte de que todas tenéis la misma información. Lo mismo si una profesora ha tenido un encontronazo con un niño/a o con una familia, o para tratar temas con la AMPA. No es solo porque así te aseguras de que habéis entendido lo mismo, sino porque se os puede ocurrir una solución a un problema que quizás a ti sola no se te ocurriría.

Sé que a mí me pasa. En temas del cole, pienso mejor en equipo.

Levanta acta de todo

Y toma tus propias notas. Aunque haya una persona encargada de registrar todo lo que se dice (que debería hacerse siempre, por nimia que sea la reunión), asegúrate de escribir esas cosas que a ti te han parecido importantes y que puede que en un acta «formal» se escapen. Ten también en cuenta que lo que tú dices está quedando registrado en el acta y en las notas personales de los demás, lo que me lleva a…

Sé profesional

Céntrate y haz que se centren. Si es una de esas reuniones difíciles, a veces tenemos tendencia a sacar trapos sucios ajenos o de hace mucho tiempo. «Mi niño se porta mal porque Fulanito lo provoca» debe ser cortado con un «de Fulanito hablaremos con sus padres, ahora estamos hablando de Manolito». Igual con «hace dos años hicisteis lo mismo para joderme el horario, esto es personal, vais a por mí». Let bygones be bygones, que diría el otro. No te dejes enredar.

Y cuida tu lenguaje. Aunque con esa profesora que ha venido a ti con un problema tengas mucha confianza, ahora estáis en un entorno profesional y no podéis hablar como lo haríais en un bar. Lo mismo si delante tienes una familia con la que tienes contacto fuera, o si la inspectora, en otro contexto, te cae bien y va de coleguita contigo.

(Por supuesto, hablo de reuniones difíciles. Si es una reunión relajada con gente que te cae genial, sea del estamento que sea, saca el café y las pastas y disfruta de la compañía. Por suerte, trabajo en un centro donde esto ocurre a menudo y no veas lo que se agradece).

Recuerda las reglas de la comunicación: di la verdad, sé concisa y céntrate en el tema. Permíteme que una esto con…

Ve preparada

Si vas a una reunión con la inspectora y tienes que discutir un problema que ha ocurrido en el colegio, que se note que antes de ir a ella te has currado una solución. Lleva la normativa, las leyes, las actas de todo lo que habéis hecho para solucionarlo por vuestros propios medios. Que no te pille en un renuncio cuando te diga «¿y por qué no habéis probado…?».

Si la reunión es sobre una niña con un problema educativo que la familia no acepta, lleva registros. Cualquier trabajo que hayáis hecho en clase, las fichas, exámenes, su cuaderno, las pruebas y test que se le hayan hecho. Si el problema es su comportamiento, no te limites a decir que se porta mal: sé específica, recoge testimonios (sin decir nombres de menores a la familia, claro), aporta todas las pruebas que seas capaz de aportar.

En ocasiones, ni siquiera un vídeo del querido angelito quemando el colegio va a convencer a los padres y madres de que su querubín necesita ayuda, pero al menos tú tendrás material suficiente para que, cuando el problema pase a inspección o cambie de centro y empiecen las quejas, tú puedas decir aquello de «te lo dije».

Ten claro que el objetivo no es tener razón

Esto ha sido mi punto débil durante años. Querer quedar por encima en una conversación está muy bien cuando discutes cuál es la mejor serie en Netflix (Breaking Bad, y a callar todo el mundo), pero no cuando intentas que el clima de un colegio mejore.

Si te estás reuniendo con una familia, deja claro desde el principio que el objetivo es ayudar al niño o niña. Si es una compañera, que es para el bien de ella y del colegio. Si es la inspectora, que tú estás ahí para arreglar una situación y lograr que la escuela funcione mejor. En todos estos casos, lograr tu objetivo puede conllevar que tengas que negociar tu postura inicial y llegar a un acuerdo que no encaja con la idea que llevabas a la reunión.

Como dicen ahora los millenials: eso es bien.

Si tras los gritos y las excusas defensivas de una familia a la que le estás diciendo que su hijo es poco menos que un hooligan descubres que en esa casa hay una amenaza de desahucio, que hay malos tratos, que no hay para comer, que uno de los tutores está en la cárcel… igual tienes que olvidarte del castigo y buscar una manera de que la criatura esté, por lo menos, a salvo en el colegio.

Si la profesora de quien te llueven quejas porque no puede controlar la clase y no han dado un palo al agua en meses te cuenta que tiene unos terribles problemas de ansiedad y que el grupo que le ha tocado la supera, en lugar de darle un toque o mandar un parte a Inspección puede ser más efectivo entrar en su clase y ayudarla con estrategias para mantener la disciplina.

Para que la reunión sea efectiva, por tanto, hay que escuchar además de hablar. A veces es necesario escuchar las cosas que no se dicen, que van ocultas entre las defensas que utilizan las familias para negar el problema y echar la culpa de todo al colegio.

Y sí, soy consciente de que a veces algunas familias son impresentables y no hay quien hable porque no escuchan (igual que hay profesionales impresentables en nuestro gremio, que haberlos, haylos), pero tenemos que quedar por encima de ellos en este sentido y saber escuchar. Y si no sabes…

Conoce tus límites

Soy una persona muy nerviosa y tengo el gran problema de que lo que pienso se me lee en la cara, por más que me esfuerce en disimular. También tengo el problema de no controlar lo que digo cuando estoy nerviosa o enfadada, y más de una vez he soltado auténticas barbaridades en estas circunstancias.

Vamos, que yo de mano izquierda en reuniones difíciles, más bien poco.

Lo más parecido a una mano izquierda que tengo es esta. La mía, un poco más pequeña. Igual de inútil que la derecha en reuniones difíciles.

Voy aprendiendo a escuchar y a medir mucho las palabras que digo en según qué contextos, pero sé que tengo tendencia a meter la pata, así que a menudo me callo. Esto, que parece dejar tirada a las compañeras, en realidad ayuda mucho, porque así ellas no tienen que deshacer los líos en los que me meto por bocazas.

Estar ahí, asentir y apoyar a quien lleva la reunión, hacer de moderadora y tomar acta es mucho más útil que decir una burrada, mandar a la mierda a alguien y cagarla. Si no puedes controlar lo que vas a decir, cállate. Mi cara no puede callarse y más de una vez me han dicho un «sí, ya sé que te estoy tocando las narices» que me ha tenido mortificada un par de días; pero puedes achacar eso a su impresión sobre ti, en lugar de darles una frase que te echen en cara cada vez que hablen contigo.

Vamos, que tu cara puede decir «mientes más que hablas, no te soporto y ojalá tengas siempre acelgas para comer», pero tu boca, no.

Al menor amago de violencia, huye

Ya, parece de perogrullo, pero hay gente que no lo hace.

No digo que esas personas se enfrenten a quien les está amenazando, sino que intentan calmar los ánimos y recular cuando ya es demasiado tarde. La única opción posible en ese momento es levantarse sin dar explicaciones y abandonar la clase; recuerda que en esta reunión no vas a estar sola y no serás la única que se marche, y eso va a descolocar a la persona que se ha puesto violenta.

Sí, puede que ese descoloque suponga una mayor agresividad todavía, pero hay que dejarle claro que estás en un centro escolar y no se permiten actitudes de ese tipo. Y también puede que, en casos extremos, te toque correr o encerrarte en un baño. No sería el primer caso que oigo (por suerte, no me ha tocado nunca).

Tengo una compañera con mucha experiencia en este tipo de reuniones difíciles que es toda una estratega a la hora de organizar dónde se va a sentar cada uno y qué objetos no debe haber nunca sobre la mesa. Siempre hace que la persona agresiva se siente al fondo y nosotras lo más cerca de la puerta posible, y nunca hay nada más agresivo que un folio a alcance de nadie. Un día me tocó estar en una reunión sin ella y me di cuenta, demasiado tarde, de que no había hecho caso a lo de sentarme cerca de la puerta. No estaba sola y no sentí el miedo que hubiera sentido de haberme tenido que enfrentar a esa persona yo sola, pero digamos que no estuve cómoda.

Que levante la mano quien haya sido intimidado físicamente en su trabajo por una persona adulta en los últimos meses.

Qué bien viven los maestros, cuántas vacaciones tienen.

 

Por suerte, este último tipo de reuniones difíciles, las que llevan violencia física incluida, son las menos, aunque ocurren. No está de más prepararse para ellas y tenerlas en cuenta, y ser consciente de la grandísima suerte que tenemos cuando nos vienen a ver esas familias que asoman por tu clase solo para darte los buenos días, felicitarte el año o traer un pastel para las profes porque es el cumpleaños de la peque y se ha acordado también de nosotras. Ídem con las compañeras que te preguntan por tu fin de semana o la inspectora que… Ídem con las compañeras.

Y es que a menudo nos olvidamos de esas reuniones que, por suerte, más abundan: las buenas.


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Tú eliges. Será por opciones.

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