Blog Dar clase sin morir en el intento

Fin de curso: lo peor está por llegar

5 junio, 2019

Sí, soy todo alegría y buen rollo, lo sé. Tú ahí, feliz porque ya estamos en junio, porque el fin de curso se puede tocar con las yemas de los dedos, y aquí llego yo a joderte el plan.

Siento decírtelo, my darling, pero verás lo que te espera. Señorita Rotesmeyer lo dice mucho mejor que yo en su cuenta de Twitter:

Y es que, querida o querido mío, junio es uno de los peores meses del año, en dura liza con mayo o diciembre y mucho peor que septiembre o incluso enero con su cuesta. Te dicen siempre que tiene treinta y un días, pero mienten como bellacos, porque tiene muchos más. Las tres semanas que nos quedan de aquí a que los peques de Primaria e Infantil vayan a descansar son las más largas del curso.

Más largas que nuestros cuatro, cinco o seis meses de vacaciones, eso seguro.

Si llevas unos años en esto, sé que sabes que tengo razón. Si eres más o menos nueva y este es tu primer fin de curso… Ay, ángel mío, la que te espera.

¿Por qué?, te preguntas. ¿Y tú me lo preguntas? Espera, que te lo cuento.

Fin de curso sin final a la vista

Einstein acuñó su dichosa Teoría de la Relatividad mucho antes de ser profesor en Princeton, creo. No podía, por tanto, hablar de la relatividad del tiempo desde el punto de vista de un docente dando clase.

Me imagino que dar clase al alumnado de Princeton no tiene mucho que ver con dar clase en edades comprendidas entre los 2 y los 12 años, de todas formas, así que cómo iba a saber él lo que es medir el tiempo con 25 críos de seis años frente a él.

Si llega a ser maestro de Primaria, hubiera acuñado la jodida teoría mucho antes. Bien sabemos en este gremio que el tiempo se estira hasta el infinito cuando esperas que se acabe una semana especialmente difícil, o termine el trimestre, o, porfavorvirgencitaqueocurraelmilagro, que lleguen ya de una vez las vacaciones de verano. Es como estar esperando a que pase un minuto sin dejar de mirar el reloj.

Y es que estas tres últimas semanas lo tienen todo. Cansancio, un horario diferente, calor (incluso aquí), burocracia, cansancio, reuniones de última hora, excursiones de fin de curso, papeleo, cansancio… ¿He dicho ya cansancio?

Aparte de, claro está, factores más difíciles de explicar. A ver si lo consigo.

Está todo el pescado vendido

Si me dieran un euro por cada vez que he escuchado esta frase este último mes, me jubilaba mañana mismo.

A estas alturas de la película, los niños y niñas ya saben cómo les ha ido el curso. Ya saben qué van a aprobar y qué no, ya saben quién va a repetir y quién pasa de curso; por saber, a menudo saben hasta quién va a ser su profe el curso que viene y ya han empezado con sus labores de peloteo.

Dar clase cuando ya no hay nada en juego es horrible. A los más pequeños los puedes «engañar», más o menos, pero los mayores ya saben lo que va a ser de ellos. Los y las de sexto tienen la matrícula hecha en el instituto desde febrero y ya tienen un pie allí (más que un pie, la cabeza, y es lógico); con el resto de Primaria se están haciendo las reuniones con las familias y todo el mundo sabe, más o menos, cómo va a acabar el curso.

Hay recursos para mantener la clase a raya, claro, y en este post puedes encontrar algunos. Pero a estas alturas del curso, el objetivo es evitar conflictos y que el ambiente del aula sea lo más tranquilo posible.

Vamos, que nos convertimos en domadores de circo en lugar de educadores.

Lo del calor no es coña

No seré yo quien venga a quejarse del calor, viviendo como vivo en Siberia-Gasteiz. Este primer fin de semana de junio ha sido el primero donde el calor ha apretado de verdad y no veas cómo lo he agradecido.

Pero sé que, en muchas clases, llevan cociéndose desde abril sin aire acondicionado ni más refrigeración que hacer corriente y espolvorear agua fresca en los cogotes de los peques cuando llegan del patio (esto lo viví en California; mi clase tenía aire acondicionado, pero vi a más de un peque en la enfermería del colegio por golpes de calor en clases donde no lo había). Dar clase en estas condiciones, incluso a mitad de trimestre y jugándose mucho, es difícil. Ahora, con nada en juego, imposible.

¿No me crees? Haz la prueba. Vete a una oficina en Sevilla y apaga el aire. Intenta moverte por la estancia, sin parar; agáchate como si atendieras a alguien en una mesa baja, levanta los brazos como si explicaras algo, ponte a bailar Head, Shoulders, Knees and Toes… Así, cinco horas. Y después de pasar por Urgencias a que te hidraten, me cuentas.

Burocracia, su lechuguita

Este punto va a ser breve, porque solo escribirlo me produce escalofríos, temblores, retortijones y una necesidad imperiosa de echarme a llorar.

A fin de curso hay mucha burocracia. Si eres especialista, quizás no tanta (actas y memorias). Si eres tutora, algo más. Y si estás en dirección…

Lo siento, tengo que dejarte, me siento indispuesta, adiós, mándame una ambulancia.

Excursiones de fin de curso y otras formas de matarse pasarlo bien

Ya he vuelto. Uf, qué rato más malo.

Ay, las excursiones de fin de curso. Esas que tanta ilusión hacen a los niños y niñas, que aún recordamos de adultos, que son el mejor momento del año. Pasar una noche fuera con los de sexto, o ir a la piscina con los de cuarto, o llevar a los de Infantil a un parque un poco lejano, solo por hacerles traer su mochila con su bocadillo y su botella de agua y montarlos en un autobús.

Qué recuerdos. Qué ilusión.

Luego te conviertes en maestra y… otra vez los sudores fríos.

No, no es para tanto, a nosotras también nos gustan. Sabemos que los y las peques lo pasan bien y que van a recordar este día con mucho cariño, y nos gustan porque nos relacionamos con ellos y ellas a otro nivel.

Sabemos que estas excursiones son importante, y lo sabemos tan bien que solemos planificar el último día en septiembre precisamente para evitar que el cansancio, el miedo a que algo salga mal o la falta de tiempo nos desanime en junio.

Porque de verdad te digo que, si ahora mismo me das a elegir entre llevar a seis clases a la piscina y encerrarme en esa oficina sevillana sin aire acondicionado que he mencionado antes, me quedo con…

Con la piscina, por supuesto. Vaya comparación más idiota.

Las merendolas

Ahora nos ha dado por llamarlas «lunch». «Los de cuarto van a preparar un lunch el día tal para decir adiós a la chica de prácticas». ¿Qué lunch ni qué demonios? Merendola, coño, merendola. ¿Cuándo nos volvimos tan pijas?

Esta es otra tradición de fin de curso que es imborrable de las memorias infantiles. Peleas sobre quién trae qué, bronca a quien se ha olvidado de traer los vasos, la clase manga por hombro al final del día con los restos de las patatas fritas tiradas por todas partes, reparto de las escobas del colegio para recoger el desaguisado…

Y la directora pasándose por todas las clases para ver quién ha traído las mejores viandas, porque anda que no se lo curran algunas familias. Hasta goxuas caseros han traído a veces.

Genial, ahora tengo hambre.

Y, por supuesto, los lagrimones

Esto está más reservado para el último día, pero sí, suelen caer unos lagrimones de aúpa. A veces vienen de los de sexto (es la norma), otras de las profes que saben que no van a volver. En ocasiones, incluso de alumnos que saben que van a marcharse a otro cole o ciudad por causas de fuerza mayor.

Yo hace tiempo que no tengo una de estas despedidas. De los últimos colegios que me marché, lo hice por patas (porque no estaba a gusto) o sabiendo que iba a seguir en contacto con la gente. Este año va a ser muy duro, porque, a pesar de que sé que voy a seguir en contacto, la distancia va a ser muy grande. Y, aunque es un cambio que he buscado yo, a quien no le asuste cruzar un océano y buscarse la vida al otro lado del mundo no está prestando atención.

Tengo una buena noticia: quedan tres semanas de clase.

También tengo una mala noticia: quedan tres semanas de clase.

Tú puedes.

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