Blog Dar clase sin morir en el intento

La competitividad docente y el porqué de las cosas

30 octubre, 2019

La competitividad docente se está poniendo de moda, y a mí me pica hasta la piel cuando pienso en ello.

Una de las cosas que la gente más me dice cuando se enteran de que me he mudado a Estados Unidos es «vaya cambio, ¿no?, lo estarás notando un montón».

A mí se me suele quedar un poco cara de tonta, porque claro que es un cambio, coño, me he ido a la otra punta del mundo. Pero cuando intento explicarles dónde he notado un cambio mayor, me suelo quedar en blanco.

Porque lo cierto es que esta profesión es muy parecida estés donde estés. La metodología puede cambiar (y mucho), la estructura de los colegios también (aquí, por ejemplo, la relación entre profesorado y equipo directivo es muy diferente, los galones cuentan), pero los niños y niñas son los mismos en todas partes y tienen las mismas necesidades.

Lo que sí cambia es la competitividad docente. Y la que hay entre el alumnado también, pero eso da para un post aparte.

Si ya creía que en España, con la nueva tontería que nos ha entrado de premiar al mejor profesor del país, se estaba fomentando la competitividad, lo que pasa a este lado del charco me noquea del todo.

En la gran mayoría de los distritos del país, cada colegio elige a la mejor docente al final de curso. Hay una votación a nivel del centro y la ganadora se lleva el [dudoso] honor de tener que ir a una entrega de premios y recibir una pequeña placa que la acredita como Teacher of the Year.

En nuestro distrito, además, cuando empiece el curso siguiente tendrá que hacer una entrada triunfal en la Convocation, una reunión con toooooooooda la gente empleada en el distrito, en la que portará la bandera de su colegio y saludará cual abanderada en las olimpiadas.

Yo voy a pedir que no me voten, por si acaso, que seguro que me tropiezo y no me apetece aparecer en YouTube por eso.

Por suerte, el profesorado aquí, igual que en España, tiene muy claro por qué está en esta profesión y, aunque imagino que tiene que hacer ilusión que tus compañeras te elijan como la mejor, la competitividad docente no llega al punto de hacernos feos entre nosotras (probablemente por eso te elijan, ¿no?). Sé que depende mucho del colegio que te toque (escucho historias muy diferentes a compañeras nuevas este año que están en otros centros), pero yo solo he recibido ayuda por parte de todo el mundo.

Como dijo el otro día mi mentor teacher (sí, hay una figura así para quienes somos nuevas en el distrito, ¿no es una maravilla?): «Para dar el 110% a nuestro alumnado, hay que trabajar en equipo».

Pero la competitividad está ahí, algo que no es de extrañar en un país como este, donde la sociedad entera se basa en quién llega más lejos. Los exámenes que hacemos cada dos por tres nos clasifican en rangos, a nosotras y a nuestras clases, y dependiendo de los resultados los colegios tienen una nota y unas ayudas económicas basadas en esas notas.

Cómo no ser competitiva cuando sabes que el futuro del colegio depende del rango de mejora que consigan tus peques.

Por eso, cuando veo estas ridículas modas de «mejor docente de España» y se entrona a gente que se dedica a pasar el día haciendo mindfulness con su alumnado porque ahora resulta que la educación emocional yo qué sé, me pierden los demonios. Sobre todo porque tengo la sensación de que se nos está olvidando por qué estamos donde estamos: no es a nosotras mismas a quienes tenemos que encumbrar, sino a nuestros chicos y chicas. No somos nosotras las que necesitamos un premio para realzar nuestra autoestima y creernos la hostia, sino las personas en formación que tenemos delante, ya sea en Primaria o Secundaria.

Luchar por conseguir un premio por hacer tu trabajo me recuerda a lo de «si apruebas todo, te compro la bicicleta» de algunas casas. En la mía era «aprueba porque es tu trabajo». Punto.

Mi trabajo es educar. Si mis alumnos y alumnas me quieren premiar con tamales de vez en cuando, no seré yo quien diga que no. Pero no necesito ningún aliciente para hacer mi trabajo, igual que no lo necesita un albañil, una panadera o mi médica de cabecera.

Con lo coñazo que es quitar el polvo a los premios. Quita, quita.


Si te ha gustado este artículo, te invito a que eches un vistazo por el blog para ver si encuentras algo más. Si te da pereza, siempre puedes echar un ojo a este librito donde he recopilado las entradas que a mí más me gustan.

Escribo más cosas aparte de este blog. Tienes este libro, publicado con Plataforma Editorial, en el que te cuento mis dudas sobre la educación y mi trabajo. En este otro tienes al profesor que me gustaría ser, aunque solo es un fragmento de mi imaginación. Y, si te pasas por aquí la semana que viene, podrás encontrar otra novela que llevarte a la boca y que espero que te guste.

Disfruta del otoño.

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