Blog Programa de Profesores Visitantes

Programa de Profesores Visitantes: ven y cuéntalo

4 septiembre, 2019

Sí, estoy aquí otra vez. Sí, eso significa que agosto se ha acabado, y con él tus vacaciones. Y digo «tus» en vez de «nuestras» porque yo este verano no he tenido descanso, a pesar de que me he metido un viaje de avión de esos en los que te dan de comer tres veces por lo largo que es. Este curso formo parte del Programa de Profesores Visitantes, lo que significa que me he quedado sin verano. No llores por mí, que lo he elegido yo.

(Un poco sí puedes llorar, que me he quedado sin verano, jopetas)

Parece mentira, pero todavía hay mucha gente en educación que no conoce este programa. Una pena, porque es una oportunidad maravillosa para aprender inglés, por un lado, y otras formas de dar clase, por otro. Si ya has venido por este blog alguna otra vez, sabrás que esta es la segunda vez que participo (de la primera, en California, salió este libro; a saber qué va a salir de esta nueva aventura en Texas). Es una manera tan buena como otra cualquiera de salir de tu zona de confort y probar cosas nuevas.

Bueno, no sé si tan buena como otra cualquiera. Mucho más radical que la mayoría de las que conozco sí que es, desde luego.

Cuando la gente supo que me venía, mucha empezó a preguntarme qué se me había pasado por la cabeza. ¿A qué venía semejante cambio? ¿Acaso no estaba a gusto en el colegio donde daba clase? ¿Qué se me había perdido a mí en Texas? ¡Dónde y en Texas! 

Hay muchas razones para formar parte del Programa de Profesores Visitantes, tantas que la pregunta es por qué no lo hace más gente. También hay unas cuantas razones que atraen a muchas personas que quizás no sean las más adecuadas para hacerlo, y en este post voy a intentar explicártelas todas. 

A ver si lo consigo.

Programa de Profesores Visitantes: por qué debes hacerlo

1. Vas a aprender inglés de verdad

Olvídate de todo lo que has aprendido en todas las clases a las que has asistido. El “how do you do” no se usa nunca, la gente dice “I’m good” a pesar de que tu profe te dijera que era incorrecto y el acento de Texas o de Nueva York no tiene nada que ver con el de la reina ni con el de Hugh Grant.

Ojo, que vas a tener que hacer un esfuerzo para aprender inglés, no creas que va a ser fácil. El Programa de Profesores Visitantes suele mandar a los y las profesoras a zonas con gran concentración de hispanohablantes donde muchas familias piden educación bilingüe, y es muy fácil manejarse en el día a día en español si no te apetece hacer el esfuerzo de hablar en inglés. Te vas a encontrar, sobre todo entre las familias de tu aula, con gente que no ha necesitado aprender inglés porque todo su entorno es hispano.

Pero la gran mayoría de tus compañeras en el colegio van a ser estadounidenses de ojos azules y rubios mechones y van a hablar «serrau», que decimos en el norte. A la hora de escribir esto, llevo poco menos de un mes en Texas y, a pesar de tener un C2 y una filología inglesa, las dos primeras semanas fueron todo un shock. Los siete años en California no me prepararon para este curioso acento que consiste en no abrir la boca cuando hablas, parece ser.

(Eso sí: después de esto voy a ser capaz de entender a cualquiera. Menos el acento escocés, quizás, pero dame tiempo).

Si te animas a traerte a la familia, rizarás el rizo por completo. Tus hijos e hijas van aprender diez veces lo que tú aprendas y, aunque estés aquí uno o dos años, van a forjar amistades que les van a durar toda una vida.

Poco hay en el mundo que les puedas dar a tus peques que tenga más valor que eso.

2. ¿Choque cultural? ¿Qué choque cultural?

Las películas nos han hecho creer que ya conocemos la vida y costumbres de EEUU, pero créeme, no las conoces. No, en serio, no tienes ni idea. NO.

Desde poder girar a la derecha cuando el semáforo está en rojo a tener que coger el coche para ir a todas partes (a no ser que vivas en pleno centro, y a veces ni eso). Que la gente no se toque más que lo estrictamente necesario (hasta que coges confianza, claro), que la vida social se haga en misa los domingos, que te venga el pastor de la iglesia de al lado a bendecir el principio de curso (true story), que un coche de andar por casa tenga doscientos caballos y reverbere tanto que hace temblar las paredes de tu apartamento… Todo es nuevo, todo es un choque, todo es una sorpresa constante al principio.

Y de repente, un día te sorprendes a ti misma girando a la derecha sin pensar (pero cediendo al peatón, ojo) para ir al drive-thru de la esquina a sacar dinero. O conduces dos horas hasta la ciudad grande más cercana para pasar el día y volverte por la tarde, un viaje que en casa supondría, mínimo, una semana de hotel porque cómo vas a ir y volver en el día, estamos locos o qué.

Lo pagas todo con tarjeta. Te acostumbras a no llevar dinero en metálico.

Haces la compra en Costco y te llevas a casa cinco litros de mayonesa porque sale más barato que comprarla en bote «pequeño» (dos litros).

Te acostumbras al horario esquizofrénico de comidas, que supone cenar cuando en casa estarías comiendo y comer a la hora del desayuno.

Y de repente te das cuenta de que algunas cosas te vienen mejor que las costumbres que dejaste atrás, porque cenar tan pronto te ayuda a dormir mejor y la verdura que venden en el «súper» al lado de tu casa está más fresca que la del Eroski.

Incluso llega un momento en el que dejas de comparar los dos países y simplemente disfrutas de la experiencia.

Y ahí es cuando te das cuenta de que, después de esto, podrías sobrevivir a cualquier cosa. 

3. Se trabaja distinto y se aprende mucho

Si tu motivo para participar en el Programa de Profesores Visitantes es mejorar como docente, estás de enhorabuena: lo que vas a aprender aquí no te lo enseñan en ninguna universidad.

Por supuesto, cada escuela es un mundo y te puedes encontrar de todo, pero en mi experiencia (doble), la forma de dar clase es muy distinta a lo que se hace en cualquiera de las comunidades autónomas. Entraré en detalle en artículos posteriores, porque da para mucho, pero quédate con un detalle: nada de ponerles una ficha y pedir que guarden silencio porque has venido medio pachucha a trabajar. Si no estás al cien por cien, es mejor que te quedes en casa.

Tranquilidad, que ya tendrás oportunidades de meter todas las horas extras que quieras. Aquí es muy normal quedarte en clase mucho después de que suene la campana de salida y es más que común ir a trabajar los fines de semana. Es difícil no caer en la espiral infinita que supone aquí ser docente, que parece exigir de las maestras que estén en activo veinticuatro horas al día durante todo el año.

Pero piensa en el subidón que vas a sentir cuando vuelvas y te des cuenta de que no tienes que ir a trabajar el domingo. Tus clases, además, van a ser mucho más activas de lo que eran antes (sí, incluso si eres de las que trabaja por proyectos y no se sienta ni un segundo durante el día). Tampoco te aseguro que te vaya a gustar todo lo que se hace aquí, pero créeme, aprenderás seguro.

Hablando de volver…

4. Si eres funcionaria, ya estás tardando en venir

Vivan los servicios especiales, así te lo digo. Bendito invento.

Siendo funcionaria, estar con el programa cuenta, a nivel administrativo, lo mismo que si te quedaras en tu ciudad. Te guardan la plaza, cotizas a la Seguridad Social o a MUFACE, te cuenta para la antigüedad…

Es una aventura con riesgo cero. CERO.

Y si eres interina, tampoco es mal plan. Los años que pasé en California me contaron para la lista de sustituciones y después en las oposiciones. Es verdad que no cotizas, pero puedes hacerlo desde aquí si ya estás en el régimen de la Seguridad Social. Y aquí te van a abrir un plan de jubilación que te puedes llevar a casa cuando decidas volver.

Y ya que estamos hablando de dinero…

5. Se cobra más. Bastante más

Aunque eso no significa que vayas a vivir a cuerpo de reina si te toca una ciudad cara. De hecho, hay gente que se ha tenido que volver porque no le llegaba el sueldo.

Pero te estoy hablando de ciudades grandes y muy deseadas, tipo San Francisco (donde ni los programadores de Google, ganando seis cifras al año, pueden permitirse vivir) o capitales de estado. Si te vienes a Texas, te va a salir económicamente más rentable ir a un distrito pequeño que esté cerca de una ciudad grande que ir a trabajar a Dallas o Houston. Piensa que, durante la semana, apenas vas a tener tiempo para hacer nada que no sea trabajar e irte a casa, así que ¿por qué no ahorrarte los atascos y los precios exorbitantes del alquiler e irte a un lugar que te permita viajar los fines de semana? King City no era la ciudad más bonita del mundo, pero una vez al mes podía ir a pasar el fin de semana a San Francisco y no había sábado que me pillara en casa.

Y me volví con ahorros. Y un saco de experiencias.

Pero ojo: no lo hagas solo por el dinero y los viajes.

Por qué NO deberías participar en el Programa de Profesores Visitantes

1. Esto no es un Erasmus: vienes a trabajar

Sí, vas a viajar. Sí, vas a vivir experiencias que no vivirías de ninguna otra manera (porque no vienes de vacaciones, esta es tu vida). Sí, vas a estar de barbacoa mucho más a menudo de lo que estarías en tu casa, vas a conocer gente muy interesante con inquietudes diversas, vas a ver paisajes que no olvidarás en tu vida.

Pero vienes a trabajar. Y aquí se trabaja MUCHO.

Te han contratado porque hay una escasez bestial de profesorado en EEUU, más aún bilingüe, y vas a estar aquí bajo las mismas condiciones que un docente estadounidense. Eso es muy bueno, porque tienes todas sus ventajas y derechos, pero tiene también su contrapunto, y es que te van a exigir lo mismo que a ellos.

Como que hagas formación obligatoria un sábado.

O que te tengas quedar hasta las siete de la tarde un día cualquiera, sin avisar.

O que cambies tu forma de dar clase de manera radical porque no encaja con cómo dan clase aquí.

Hay gente que se ha vuelto a casa el primer año, muy rebotada y enfadada porque le han hecho trabajar mucho a cambio de «nada». Si tu intención es venir a conocer la geografía de EEUU, sin intención de cambiar tu forma de trabajar o meter más horas de las que metías en tu casa, lo vas a pasar mal.

Algunos no aguantaron un trimestre porque (palabras textuales) aquí se trabaja demasiado.

Algunos no estuvieron dispuestos a cambiar su forma de dar clase.

Algunos insistieron en cumplir con su horario y no meter ni un minuto más desde el primer día. Eso es algo que vas a poder hacer, pero no hasta que te conozcan muy bien y vean lo que bien que trabajas.

No es un Erasmus. No es una excursión. Si eso es lo que tienes en mente, no te molestes en el programa porque lo vas a pasar mal.

2. Las comparaciones son odiosas (y quien las hace, más)

Es inevitable: vas a comparar tu vida en EEUU con la de España desde el minuto uno. Es parte de la naturaleza humana, es normal.

Te animo a que dejes de hacerlo en el minuto cinco. Bueno, vale, en el diez.

Aunque no lo parezca, sobre todo porque las series, películas y programas de televisión nos han hecho creer otra cosa, los EEUU y cualquier país europeo son muy distintos. Nuestra tendencia va a ser a pensar que en casa todo se hace mejor, que se come mejor, se viste mejor, se recicla mejor, se vive mejor. Y supongo que eso es cierto si llevas acostumbrada a vivir así desde que naciste, claro.

Pero la gente de aquí está acostumbrada a vivir como vive desde que nació, y también cree que su forma de vida es la mejor. Va a haber más de un aspecto de este país que te resulte muy chocante, como el horario de las comidas o el tamaño de los platos en los restaurantes (madremíadelamorhermoso). El primer mes no vas a poder cerrar la boca porque todo te sorprende y vas a pensar, a menudo, que «están locos estos romanos».

Si estás aquí por los motivos adecuados (ver apartado anterior), pronto dejarás de comparar.

Porque no es verdad que lo tuyo sea mejor y esto sea peor, igual que no hay un idioma que sea superior a otro (el país que lo hablar puede tener más poder, pero no el idioma). Según pasen los meses, irás asimilando lo que al principio te parecían auténticas barbaridades y te acostumbrarás de tal manera que, cuando vuelvas a casa, te preguntarás por qué allí (¿aquí?) no se hace así.

Yo llevo veinte años cenando antes de las ocho, incluso en Vitoria. Y el brunch es el mejor invento EVER.

Si has participado en el programa de Profesores Visitantes por las razones adecuadas, cuando acabe tu estancia aquí te va a pasar lo que me pasó a mí: quería montarme una isla en medio del Atlántico y crear una civilización que aunara lo mejor de uno y otro continente.

Por supuesto, no se puede. Pero, por suerte, he podido retomar la experiencia y recuperar todo lo que me gustó la primera vez. Espero que lo que no recuerdo con tanto cariño se me haga un poco más ligero esta vez.

Y espero que tú te animes, porque de verdad te digo que no te vas a arrepentir.


Si quieres enterarte de mis aventurillas por estos lares, te invito a pasarte por la página de Facebook, donde de vez en cuando cuento cómo me va eso del shock cultural. Y ya sabes que siempre te puedes suscribir en el cajetín de aquí abajo para poder recibir contenido exclusivo sobre cosas para hacer en el aula o, quién sabe, novedades novedosas. ¡Este año viene potente!

You Might Also Like

No Comments

Leave a Reply