Animación a la lectura Blog

Clásicos en el aula: ¿Qué hacemos mal?

26 octubre, 2022

Lo de meter clásicos en el aula (clásicos de la literatura, se entiende, no un Corvette del ’66) es un tema que suele suscitar enfrentamientos entre los defensores a capa y espada y los que se rebelan contra ello.

Los primeros argumentan que no se puede entender la literatura de hoy en día sin entender lo que se escribió antes, y los segundos dicen que los temas y el estilo de los clásicos están muy alejados de los adolescentes de hoy en día, que la vida ha cambiado mucho y que en tiempos de Tik-Tok es una tortura hacerles leer una descripción de veinte páginas.

Personalmente, creo que tienen razón los dos bandos (ni que esto fuera una peli de vaqueros, lo sé, pero ESTOY EN TEXAS Y SE NOTA, ¿EH?). Y es una putada, porque me encantan los clásicos y me gusta trabajarlos en el aula. También creo que es cierto que vivimos en un tiempo que no facilita la lectura pausada, que vamos a lo rápido, a lo inmediato, al resumen.

Los clásicos tienen otro ritmo, esto es innegable. 

Pero (y es un pero muy grande): la forma en la que los y las profes hemos vendido los clásicos en el aula tampoco ha sido la adecuada en muchos casos. Que hoy en día hablemos de clásicos y automáticamente nos entre sueño no es casualidad.

Ver a lectores adultos diciendo que solo leen literatura escrita en los últimos 50 años y que ni de coña se van a leer «un tostón» me da pena.

Y todas hemos caído en ello. Yo la primera. 

Tengo una confesión que hacerte: la versión digital de Los pazos de Ulloa lleva en mi Kindle AÑOS. Cada poco oigo hablar de Emilia Pardo Bazán y lo extraordinaria mujer que era y me planteo leerlo, pero lo he ido dejando. Me entero de que tiene relatos, de lo maravillosa que fue su vida, y me vuelve a picar la curiosidad, pero es que uf, Los pazos de Ulloa suena a tocho.

Hace un par de semanas cedí por fin (no tenía más libros en casa que me apetecieran de verdad).

Ahora quiero matar, pero no por lo que yo creía.

¿POR QUÉ NADIE ME HABÍA ADVERTIDO DE QUE ESTE LIBRO ES TAN MARAVILLOSO?

Lo que me he estado perdiendo. Qué rabia.

Clásicos en el aula: ¿Qué hacemos mal?

Tengo la firme sospecha de que algunos profes de Literatura en Secundaria (al menos un par que yo tuve) nacieron ya siendo cincuentones muy leídos, con la pipa en la boca o la taza de té en la mano desde la cuna. Nunca tuvieron infancia ni adolescencia, se reprodujeron por esporas (imposible que esa gente se enamorara) y leían los libros que luego nos mandaban leer a nosotras subrayando las anadiplosis y las sinestesias, puntos extra si cita a Kant.

No, yo tampoco me acuerdo de lo que es una anadiplosis, pero me encanta la palabra.

Solo alguien así, sin un gramo de conexión con su alumnado o el mundo que les rodea, puede hacer leer a un centenar de chicos y chicas en cada curso libro tras libro sin despertarles siquiera la más mínima curiosidad por su contenido. Sí, vale, los clásicos tratan temas que quizás suenen a viejo, y puede que una adolescente de quince años no entienda muy bien qué es un regente o qué se le pasa a Ana Ozores por la cabeza para estar casada con el soso de Quintanar y no fugarse. Pero muchas pueden entender lo que es enamorarse del malote de la clase y que el chaval que tú creías que era tu amigo esté enamorado de ti y sea un mal bicho que lo flipas.

Si esto no está ligado a sus intereses y preocupaciones, ya me dirás.

(Mi profesora nos dejó La Regenta en la mesa, entre otros que nos había dado a elegir para esa evaluación, y soltó «Ya sé que no lo va a escoger nadie porque es el más gordo y sois todos unos vagos». Y aún así me gustó. Siempre he sido rara).

Para eso, claro, necesitas dos cosas: leer con los pies en la tierra y ser capaz de acercar los clásicos en el aula al público que los va a leer.

Fíjate que no estoy diciendo que debas infantilizar la lectura, tratarlos de idiotas o simplificar los temas.

Los clásicos son clásicos porque nos tocan la fibra independientemente del siglo desde el que los leemos. Pero para ello tienes que ver más allá de lo grande que fue en su tiempo y ser capaz de acercarlo a este.

Los pazos de Ulloa tiene un humor moderno que está haciendo que me doble de risa a cada página, y al mismo tiempo pinta el entorno en el que se transcurre la historia de forma tan viva que hasta lo hueles.

Tiene amor, tiene incesto, tiene malos malísimos y malos que se creen buenos. Tiene cliffhangers que me están jodiendo el sueño.

Es. Una. Gozada.

Para darme de cabezazos por no haberlo leído antes, vaya.

Leer un libro escrito en el siglo XIX con gente nacida en el siglo XXI no es fácil, pero a menudo en clase lo hacemos aún más difícil. Eso, a la larga, se traduce en adultos diciendo que los clásicos están desfasados, que no hace falta leer a Galdós o a Delibes, que con todo lo que se escribe ahora, ¿quién tiene tiempo?

En ese último punto no les falta razón.

Pero Cinco horas con Mario sigue siendo, y será siempre, una obra maestra por más años que cumpla. Aunque sea difícil trabajar los clásicos en el aula, sigue mereciendo la pena.


Si te ha gustado esta entrada, es más que probable que busques ideas para fomentar la lectura en el aula, y Manual (in)falible de animación a la lectura puede ser justo lo que buscas. En él recopilé muchas de las técnicas que me han funcionado en el aula en distintos momentos y con distintas edades, y espero que a ti también te sirvan. Si te gusta, echa un vistazo al libro que publiqué con Plataforma Editorial, Profe, una pregunta, donde me planteo todas las dudas que me surgen a la hora de dar clase. 

Si lo que buscas lectura de entretenimiento, ¡estás de suerte! Graciana es la última novela que he publicado, un libro con humor, toques de thriller y realismo mágico que tienes disponible en Amazon. También puedes reírte con Armarios y fulares, o averiguar qué es lo que pasa en un fin de semana entre amigos en Antes de que todo se rompiera.

Como siempre, gracias por estar ahí. Gracias por leer.

You Might Also Like

No Comments

Leave a Reply