Blog Dar clase sin morir en el intento

¿Por qué lo llaman coteaching cuando quieren decir desdobles?

5 diciembre, 2018

Coteaching, flipped classroom, project based learning, mindfulness.

ICT, CLIL, Smartboard, notebooks, Design Thinking.

Mi madre lee esto y pensaría que alguien la está insultando en inglés.

Alguna de mis compañeras se cagaría en mis muertos también, por si acaso.

No sé en qué momento de las última décadas se nos coló el inglés hasta la cocina en todo lo que suene a educación. Como estudié magisterio por la rama de Lengua Extranjera y al poco me fui a trabajar a Estados Unidos, mis conocimientos sobre el tema siempre han estado muy ligados a esta lengua (y al euskera, que es la otra en la que estudié), pero en los últimos tiempos parece que no sabes de lo que hablas si no lo dices en inglés.

Y lo sabes, vaya si lo sabes. Porque todas esas palabras que intentan colarnos como nuevas metodologías solo esconden las metodologías de siempre, esas que tan bien conocemos porque, qué demonios, las hemos usado desde hace años y a veces hasta funcionan.

Como en el caso del coteaching. Que no es otra cosa que el desdoble de toda la vida.

Coteaching, innovating, and my mother’s in the kitchen

(Si has pillado la referencia, eres tan mayor como yo. Felicidades, el fin la meta ya está cerca).

El desdoble, o el refuerzo de otro docente en el aula, es una de esas medidas para las que lo único que hace falta es gente suficiente.

A diferencia de las innovaciones tecnológicas, donde necesitas formación, una inversión importante en ordenadores, pizarras y material en general, para el refuerzo en el aula solo necesitas otra persona.

O sea, el recurso más caro y preciado que hay hoy en día.

Nimiedades.

Pero es el único que funciona de verdad. Porque así, por arte de magia, el rato que esa persona extra está contigo los niños y niñas reciben el doble de atención. El doble. Si haber tenido que hacer no sé cuántas horas de cursos de formación, ni haber tenido que gastar el dinero que nunca se tiene en ordenadores que se van a romper en seis meses, ni acumular medallas de no sé qué de Microsoft.

(No entro en este tema, que se me hincha la vena).

El problema es que nunca hay docentes suficiente para hacer estos desdobles, refuerzos, coteaching o como lo quieras llamar. Si algo falta hoy en día es gente en las escuelas; perdón, faltan docentes, porque las ratios son cada día más altas, alumnado nunca falta.

(La vena, la vena).

Hay maneras de aprovechar mejor el personal, aunque sé que la realidad de cada centro es muy distinta. Seguro que en tu centro ya hacéis este tipo de arreglos o tenéis incluso mejores ideas que yo para conseguir bajar esas ratios imposibles con las que nos toca trabajar últimamente.

(Y no me vengas con que en tu clase erais cuarenta y salisteis bien. LA VENA).

Aunque creo que lo único que va a servir de verdad es una cacerolada en el Ministerio de Educación.

Las ayudas, siempre dentro del aula

Esto parece un poco de perogrullo cuando estoy hablando del coteaching de las narices, lo sé. Me refiero a las ayudas de educación especial, las de esos niños y niñas que tienen un ACI (o no, no tiene por qué llegar a tanto) y necesitan un refuerzo en ciertas asignaturas.

Si no es un ACI global, en muchos casos el niño o la niña se beneficia más de estar en clase que saliendo fuera. Por un lado, por la etiqueta que supone salir con ayuda especial; por otro, porque no nos damos cuenta de las cosas que se aprenden en una clase aunque no hayan sido programadas.

(Mis peques me vienen, años más tarde, recordándome alguna frase graciosa que les comenté de pasada en clase y les ayudó a entender un aspecto de la gramática inglesa que a otros les costó la vida. Por ponerte un ejemplo).

Así conseguimos que la profesora que se queda en clase no se dedique solo a ese niño o niña que necesita ayuda. Quizás haya más peques en clase que, sin estar en las listas de refuerzo educativo, se beneficien de la atención especial que se consigue trabajando en grupo pequeño.

Lo mismo con el refuerzo lingüístico con el nuevo alumnado. ¿Por qué no trabajar en el aula parte de las horas que les correspondan?

Donde caben dos, caben tres

Te oigo murmurar desde aquí. Oigo cada palabra que sale de tu boca. «Sí, claro, refuerzos, dice. Si estamos hasta las cejas. Si no tenemos personal».

Soy directora de un centro de infantil y primaria. Créeme que lo sé.

Muchas veces no hay gente para desdoblar una clase, pero quizás sí puedas hacer tres grupos de dos clases. Pueden ser del mismo curso, si estás en una escuela grande, o de dos cursos distintos. Sabes bien que no es lo mismo dar clase a veinticinco que a diecisiete, sobre todo si lo que toca son experimentos científicos, una exposición oral o una actividad muy práctica.

Claro que aquí el problema está en la coordinación. A ver de dónde sacas tiempo en el horario para que tres profes se puedan juntar y organizar las clases. A no ser que en ese desdoble se den cosas distintas: una se encarga de las clases de ciencias, otro de plástica y otra de expresión oral. Sigue siendo un lío de horarios, pero beneficia mucho.

La doble tutoría de toda la vida

Esta es la utopía, el modelo ideal, el sueño húmedo de cualquier docente que se precie. Dos tutoras en el aula en todo momento, dos personas atendiendo a un grupo al mismo tiempo, en armonía, buen entendimiento y la cantidad de ruido necesario para poder entenderse.

Las dobles tutorías a tiempo completo son de la misma familia que los unicornios. Nunca existieron.

Pero, a base de sacrificar horas libres, puedes conseguir que en momentos puntuales la profe de la clase de al lado entre a echarte una mano. Cuando su clase va a inglés, por ejemplo, ella puede entrar en la tuya y viceversa. No es ideal, porque supone perder las pocas horas de preparación que nos están dejando, pero ese trabajo se puede hacer entre dos y se reduce bastante.

(El de corrección, no. La mitad de tu clase más la mitad de la suya, o cada una su clase: te vas a tragar veinticinco cuadernos de lengua/matemáticas/ciencia igual que siempre. Lo siento. Sí, sé que viene un puente de cuatro días que vas a pasar poniendo notas en el ordenador. Toma, enjuágate las lágrimas. Aquí está mi hombro. Ea, ea, ya pasó).

 

Todas y todos agradecemos que alguien nos venga a echar una mano cuando no tenemos casi ni espacio físico para poner las mesas. Cuando tienes un grupo que necesita la ayuda extra de esa segunda persona, o problemas de comportamiento en clase, el coteaching de las narices te soluciona la papeleta. En inglés, alemán, euskera o chino mandarín, es una de las medidas más efectivas que se pueden implementar en una clase. Efectiva y sencilla.

También la más cara. Por eso es tan rara.


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Disfruta de estos cuatro días. Te los has ganado.

 

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