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Profe, una pregunta: declaración de intenciones

9 septiembre, 2018

Iba a titular esta entrada como AUTOBOMBO, pero me ha parecido que quedaba feo, así que he pensado que mejor lo metía dentro de la categoría de reseñas y ya. Que, siendo un libro escrito por mí misma, queda igual de mal pero luce un poco mejor. Muy poco, lo sé, pero que viva el ego, qué hostias.

Si lees esto el día que lo publico, 10 de septiembre de 2018, hoy sale a la venta en librerías de piedra y cemento Profe, una pregunta, aunque sé que hay gente que ya lo ha conseguido por Amazon y demás librerías online porque sois personas maravillosas y me habéis mandado las fotos, socorromadrequénervios. En lugar de daros la tabarra por redes sociales en un spam asfixiante de COMPRA MI LIBRO, se me ha ocurrido que mejor os cuento un poco de qué va y así decidís sin que yo os dé por saco.

(Pero no, es serio, COMPRA MI LIBRO. O ESTE OTRO LIBRO, que también es muy rebonico).

Experta en nada y de gurú, más bien poco

Este no es un libro que tuviera pensado escribir. Si os habéis pasado alguna vez por el blog, bien sabéis que no tengo soluciones únicas ni pretendo decirle a la gente qué debe hacer en su clase, cómo se enseña o cómo conseguir ser mejor docente. Lo más a lo que llego (a veces) es a compartir mis experiencias, las cosas que salen bien en mi clase y mi opinión sobre lo que ocurre en el aula, que es mía y solo mía y está basada en mi experiencia del día a día.

Por eso, cuando Plataforma Editorial me propuso escribir un libro sobre la educación vista desde dentro, me acojoné un poco. ¿Qué iba a contar yo a otros maestros y maestras, si la mayoría del tiempo no sé lo que estoy haciendo en clase? ¿Cómo mostrar lo que pasa dentro del aula, si no es ni bonito, ni ideal ni, a veces, completamente legal?

(Hablo de no seguir las programaciones, a ver qué estáis pensando que hago yo en clase, so bestias).

Me pasé varios días tratando de encontrar un tema sobre el que supiera algo, por poco que fuera. ¿Las TIC? ¿La organización del aula? ¿El orden? Cada vez me daba más la risa, porque en ninguna de estas tres áreas soy experta, pero es que en la última soy un desastre. ¿La evaluación? ¿La disciplina? ¿Mi arte a la hora de hacer café? Bueno, mira, en esto sí que igual…

Nada. Veinte años en el aula y no soy experta en nada. ¿Sobre qué voy a escribir, si no tengo más que dudas?

Y ahí me di cuenta de lo que tenía que hacer: escribir un libro lleno de dudas.

Preguntas sin respuestas

Profe, una pregunta está organizado alrededor de todas las dudas que me surgen en el aula. Porque estoy convencida de que, como a mí, a mucha de la gente que lleva en el aula décadas no se le hace más fácil esta profesión con el paso del tiempo, sino más difícil. Cada cambio social, cada cambio de gobierno, cada nueva ley lleva consigo cambios en el aula, pero no solo eso. Cada año el grupo es distinto, cada curso nosotras somos más viejas.

No es lo mismo dar clase un lunes por la mañana que un viernes a las cinco de la tarde.

No es lo mismo un grupo de quince alumnos y alumnas que uno de veinticinco.

Y dos grupos de quince distintos nunca serán iguales. Ni dos de veinte. Ni uno en un barrio del centro de Barcelona y otro en el centro de Vitoria.

Se supone que con el tiempo vamos aprendiendo, pero yo a veces siento que mis lagunas en lo que a dar clase se refiere crecen en lugar de disminuir. Sé que no estoy sola en esto, porque, hablando con mis compañeras, muchas veces sale el tema de qué perdidas nos sentimos a veces. Una, meses antes de jubilarse, me llegó a decir: «Cuánto me queda por aprender en esto». Solo llevaba cuarenta años en el aula.

Si a ella le quedaban cosas por aprender, no te digo yo lo que me queda a mí.

En busca de la fórmula del buen docente.

Profe, una pregunta se resume en un concepto muy sencillo: no tengo ni pajolera idea de cómo hacer bien mi trabajo.

Y no será porque no me esfuerzo, pero sigo teniendo la sensación de ser una profe de mierda.

Todos los días trato de dar lo mejor de mí misma. Me formo, escucho a quienes saben más que yo (o sea, cualquiera que lleve un tiempo en el aula), recapacito sobre mi práctica docente, me evalúo a mí misma y pido que me evalúen.

A veces me siento la reina del mambo y creo que he conseguido entender de qué va todo esto.

Otras veces siento que, en lugar de aprender, voy a conseguir que desaprendan lo que ya saben.

La cago a menudo. Pido perdón. Me recompongo. Lo vuelvo a intentar.

Creo que nunca voy a terminar de buscar la fórmula de la clase perfecta. Quien consiga encontrarla, ganaría más dinero que el inventor de la Coca-Cola. ¿Os imagináis un método que funcione con todos los niños y niñas, a todas horas, en cualquier lugar del mundo, en cualquier época del año? ¿Os imagináis poder dar clase igual un martes de febrero, con tormenta de nieve al otro lado de la ventana, y un viernes de junio con treinta grados a la sombra? La fórmula de la clase perfecta conseguiría siempre el mismo resultado, igual que lo consiguen las matemáticas, porque dos por dos siempre son cuatro. ¿Cómo se hace? ¿Se puede conseguir? ¿Existe?

Probablemente no, pero no por ello voy a dejar de intentarlo. Aunque me temo que, con variables humanas, la única forma pasa por una lobotomía general. Tanto al alumnado como al profesorado, se entiende.

(Es broma. A los docentes nos cambiarán por un robot en cuanto tengan oportunidad).

Este libro está escrito con la mala leche que me caracteriza y ese poquito de humor que hace que la vida sea algo más llevadera. Pero también habla de cosas serias, porque tenemos un trabajo importante que en algún momento debería ser más respetado. Habla de hasta dónde podemos llegar, qué cosas se escapan de nuestro control, cómo me gustaría que fuera el mundo aunque sé que no es así.

Y habla de todo esto desde la humildad. Porque lo único que contiene es mi experiencia, que no es poco pero no sé si es bastante. Todos los años que he pasado en el aula me han ayudado a encontrar patrones, cosas que funcionan o no; me han ayudado a eliminar malas costumbres y a adoptar otras (igual de malas). Pero, sobre todo, han conseguido que se me olviden todas las respuestas que tenía cuando empecé en esto.

Porque, fíjate qué cosas, cuando salí de magisterio tenía todas las respuestas, pero ninguna pregunta. Y son estas últimas, bien lo sabemos, las que mejor guían nuestro quehacer diario.


Si después de todo esto crees que Profe, una pregunta puede ser para ti, tienes dos opciones:

1. Pasarte por tu librería favorita y comprarlo o pedirlo si no lo tienen.

2. Suscribirte a Escribir en Tiempos de Google antes del viernes, 14 de septiembre, y participar así en el sorteo de un ejemplar físico. Abierto a mayores de edad en cualquier parte del mundo.

3. Comprarlo online en formato digital o físico.

¡Será por opciones!

Y si lo que prefieres es leer algo más light, Armarios y fulares sigue estando a la venta y hoy es el último día de la oferta a 1,99. Aunque si lo encuentras más tarde, merecerá la pena igual. (Qué te voy a decir yo, claro).

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