Madre mía, cómo están las redes últimamente cada vez que se mienta a un docente. No sé si es el cansancio, que me hace tomar todo de forma personal, o que la gente tiene mucho tiempo libre y mucha inquina en las venas. El último tema vuelve a ser la vocación.
Lo ha sacado uno que va de profesor porque tiene un canal de YouTube, que es lo que me mata. Que si fuera un compañero, podríamos hablar, pero ¿él? ¿Qué sabe él de vocación?
Si me lees, es muy probable que des clase o hayas dado clase. La gran mayoría de docentes que conozco lo son porque les gusta: disfrutan dando clase, explicando contenidos de distintas formas para que su alumnado lo entienda, creando actividades para mantenerlos enganchados.
Saben qué hacer cuando una clase «se les va». Entienden el grupo de edad que tienen delante y adecúan las actividades a esa edad. No hacen lo mismo a las tres de la tarde que a las diez de la mañana, porque saben que no se trabaja igual, no se presta atención igual.
No todos, claro. Algunos entraron de refilón y amargados desde el principio. Pero son la excepción, como en cualquier trabajo. La mayoría da clase entre bien y muy bien.
¿Eso es vocación? Según algunos gurús, no, pero yo diría que sí. Es saber cómo hacer tu trabajo y hacerlo sin malos gestos. Es cumplir con tu horario y tus funciones, pero hacerlo mejor cada día que pasa. Es estar satisfecha con tu tarea.
Pero hay gente que entiende vocación como otra cosa.
Vocación sí, pero no tanta
Ciertos gurús tienen un concepto de la vocación con el que no he comulgado ni comulgaré nunca. Igual que no le pido a un médico que me dé su número personal por si me duele la cabeza un domingo, no creo que sea justo pedirle a un docente que contesté emails a medianoche.
Tampoco creo que sea mejor profesor alguien que se queda dos horas más en el centro, o que va a trabajar los domingos. Ya, sé que a ti esto te parece una locura, pero a este lado del charco ir a trabajar los fines de semana es lo más normal del mundo. Y dar tu teléfono personal a las familias, también. Tengo tan normalizado recibir mensajes de la directora un domingo por la tarde que me sorprendo cuando no lo hace.
Quizás sea porque estoy viendo auténticas barbaridades en términos de separación de vida laboral y privada que me estoy hartando tanto de la palabra «vocación».
No sé en qué momento se entendió que ciertas profesiones eran tan fundamentales para el desarrollo de la sociedad que sus profesionales debían estar disponibles al cien por cien a cualquier hora del día. Tener que hacer tutorías mientras haces la compra, que te envíen mensajes a cualquier hora del día, que no entiendan tu derecho a la desconexión fuera del trabajo…
Hablamos de conciliación laboral y se nos olvida que las maestras también tienen familia. Que el tiempo libre es un derecho. Que yo hago esto por la nómina, oigausté, que si pudiera vivir sin trabajar elegiría otra cosa.
Como el 90% de la gente de mi edad, porque creo que los más jóvenes aún tienen ganas. Yo ya llevo 25 años y estoy un poco cansadica.
Hay gente que se lleva las manos a la cabeza cuando alguien comenta en Twitter que no ha puesto aún las notas porque ha ido al gimnasio, o que se ha ido de cena en lugar de corregir exámenes. Hay gente que sigue sin entender que nuestra jornada tiene las horas que tiene, y que durante esas horas no hay ni un solo momento en el que estemos «off»: dar clase supone estar al cien por cien todo el tiempo.
Todo. El. Tiempo.
Llegar a casa no es terminar de trabajar. Cuando no tienes que corregir algo, tienes en la cabeza la reunión del jueves, o la bronca con Fulanito, o a los padres de Menganita. Tu lista de cosas pendientes solo es comparable a la de los libros por leer, pero mucho menos amena. Y sí, dos meses de vacaciones, mimimimi, pero 24 horas al día conectada a tu trabajo.
A no ser que hagas un esfuerzo consciente por desconectar. Y que no permitas que nadie te prive de esa desconexión.
Mi desconexión
Si has venido antes por este blog, sabrás que me gusta escribir. Es mi terapia, mi afición y a lo que le dedico ese tiempo en el que debería estar contestando emails según el gurú de YouTube.
¿Tendré vocación de escritora? Fijo.
Con el horario que tenemos por estos lares, donde la vocación se da por supuesta, es difícil arrancar ratos para escribir, pero tarde o temprano terminan saliendo. Y en esos ratos en los que no pienso en el cole, en la reunión, en el examen estatal, en… patatas, escribo.
A veces, hasta termino lo que escribo.
Una de esas cosas terminadas es Graciana. Seguro que ya has visto la portada en redes sociales, pero te la vuelvo a poner por aquí porque me encanta la ilustración de Libertad Delgado. Ahora mismo, y hasta el 15 de abril, estará en preventa a precio de lanzamiento; ese día podrás conseguirla también en papel.
La vocación, en cualquier área, está bien siempre que sepas separar el trabajo de lo que realmente es importante: lo que más feliz de hace. Y, aunque pasar mis días con niños y niñas que se alegran de verme es una muy buena manera de ganarse la vida, lo que me hace feliz de verdad es traer historias.
Espero que la disfrutes.
Gracias por estar ahí. Gracias por leer.
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