Ay, escribir, cuánto nos cuesta, sobre todo cuando es forzado (o no: hay maneras de no sufrir tanto). Pocas cosas hay que más miedo den entre los diez y los dieciséis años que el temido “quiero que escribáis una redacción sobre…” que utilizamos los profesores y profesoras en clase.
Pero karma is a bitch, que dijo un sabio, porque para esos profesores y profesoras lo temido viene después. Y no, no hablo de corregir (que también, ¡ay!, también), sino de la negociación. Los diez minutos siguientes a esa orden son siempre una versión de algo que se parece mucho a esto:
—¿Puede ser una hoja en vez de dos?
—No, tienen que ser dos. Y no vale dejar mucho hueco entre las filas ni hacer la letra demasiado grande, que os conozco. Usad la plantilla que os di, y ojito con los márgenes.
—¿Pero si escribimos menos, nos bajas la nota?
—Si escribís menos, es un cero.
—¡Hala! ¡Eso no es justo! ¿Y si no se nos ocurre nada?
—Pensáis más.
—¿Las faltas de ortografía bajan nota?
—Sí.
—¿Pero cuánto?
—Si me sangran los ojos cuando he terminado de corregir, suspendes.
—Ja, ja, ja. No, pero en serio.
—Hablo en serio.
—¿Podemos hacerlo en el ordenador?
—…
Y ahí te callas, porque la parte «sado» de tu profesión quiere decir que no, pero sabes que lo mejor es que lo escriban a máquina, tanto para la clase como para ti.
(Sí, digo “escribir a máquina” en lugar de “a ordenador”. Aprendí mecanografía en una máquina que no sale ni en Mad Men de lo antigua que era, no os digo más).
Porque escribir a máquina tiene sus ventajas, muchas, sobre todo para el profesorado, pero el alumnado suele pensar que está engañando y haciendo trampa cuando la realidad es que nos favorece a todos y todas. Por supuesto, hay que tener en cuenta ciertos factores, como la edad del alumnado, la habilidad del docente con los ordenadores y la accesibilidad a ellos de todos y cada uno de los miembros de la clase. Pero de verdad os digo que, pudiendo elegir, yo siempre prefiero dejar que lo escriban a máquina.
Perdón. A ordenador.
Escribir a máquina: (casi) todo ventajas
Fuera la labor de grafólogos
Que levante la mano quien no haya tenido que devolver alguna vez una redacción completamente indescifrable a la persona que la escribió porque su letra es tan horrenda que no hay quien corrija aquello (y ahora bajadla, que estáis mintiendo). No sé en secundaria, pero en primaria he empezado a pedir las redacciones a ordenador solo por evitar subir la cuenta de mis dioptrías tratando de descodificar más de un texto.
Claro que esto solo conviene hacerlo a partir de cierta edad, porque de cuarto para abajo la idea es que aprendan a escribir a mano de manera legible. Pero si en sexto tienen una letra tan horrible que impide la comprensión, los ejercicios para mejorar la caligrafía van a tener que hacerse fuera del aula y en ratos libres en casa. No ya por la pobre profesora que corrige (que sí, la culpa es suya por mandar redacciones, ¿no tiene otra cosa que hacer?), sino porque no hay tiempo material para practicar una habilidad que ya debería estar asentada.
Ya sabéis que la culpa siempre es del profesor del año pasado. Qué cruz, madre.
Ahorro de papel (y menos peligro de perder cosas)
Cuando eres una persona desordenada (como yo), recibir veinticinco o treinta redacciones cada equis tiempo puede poner el ya de por sí frágil equilibrio de la torre de papeles que tienes sobre tu mesa en serio peligro. Pedirles que te manden la redacción por email o que usen Drive es un ahorro considerable de papel, aunque sé de gente (vale, sí, yo) que a veces imprime las redacciones y las corrige a mano después. Pero no es lo mismo eso que tener una caja enorme de redacciones entregadas que siempre, de forma misteriosa, terminan perdiéndose u olvidas llevarte a casa a corregir.
De forma misteriosa siempre, ¿eh? No vayáis a pensar que lo hago adrede.
Esto tiene un peligro, claro: debemos asegurarnos de que todo nuestro alumnado puede mandarnos las redacciones de forma electrónica. No todos nuestros alumnos y alumnas tienen acceso a un ordenador, por más que haya gente a la que esto le parezca sorprendente. Asegurémonos de que todas y todos juegan con las mismas condiciones; si no pueden hacerlo en casa, tendremos que dejarles trabajar en el centro, ya sea a la hora del recreo o después de clase. Incluso si eso significa que nosotras tenemos que quedarnos también.
Y no, no vale que estos niños y niñas entreguen la redacción escrita a mano. Nadie debería sentirse diferente, hacer un trabajo distinto o sentir que las expectativas puestas en él o ella son distintas por la cantidad de dinero que entra en su casa.
Las faltas de ortografía NO se corrigen solas
Los peques (y no tan peques) creen que sí y por eso siempre pelean por dejar que les dejemos escribir la redacción en el ordenador, pero se les cuelan “a venido”, “a parte”, “haber si no es así” igual que si lo escribieran a mano. Especialmente divertido es darte cuenta de que no han cambiado el idioma de corrección del procesador de texto cuando escriben en euskera, por ejemplo, y les pasan cosas curiosas como colar un Donosita por Donostia que nos arrancan una sonrisa (o un rediós si no estamos de humor, claro).
Vamos, que por mucho que usen la nueva versión de Word, si no saben ortografía básica, van a meter la pata igual que a mano. Y a nosotras nos van a sangrar los ojos también igual (pero al menos les entenderemos la letra).
El corta y pega
Este es uno de los grandes problemas de mandarles hacer el trabajo en ordenador, sobre todo cuando es un texto de investigación: el corta y pega. “Buscad información sobre” se convierte de repente en “corta y pega ese párrafo de la Wikipedia que habla de lo que ha pedido la chapas esta”.
Si la redacción es en un idioma en el que no tienen mucha habilidad, el corta y pega lo harán en el traductor de turno y te llegarán textos en inglés que ni el mismísimo Shakespeare, porque hay que ver lo que han mejorado los traductores últimamente (para lenguas como el inglés, se entiende, porque en otras sigue dadno miedo).
Hay maneras de solucionar esto, pero tienen más que ver con lo que les pedimos que con la técnica que utilizan para llévalo a cabo. En lugar de pedirles que nos hablen de, yo qué sé, Vitoria en el siglo XV, se les puede pedir que comparen las diferencias entre la Vitoria de entonces y la de ahora, o que imaginen un viaje al pasado y describan la ciudad de entonces con los ojos de ahora. Algo para lo que necesiten buscar información, sí, pero que no esté escrito en ningún sitio tal y como necesitan entregarlo.
Si el texto es en un idioma que no controlan, olvídate: Google Translate for the win. Incluso cuando te usan la tercera condicional y el past perfect en un quinto de primaria, protestarán cuando les digas que sabes que no lo han escrito ellos. “Dijiste que podíamos buscar palabras en Wordreference. Y yo las he buscado, pero todas juntas”.
Y a ver qué contestas a eso.
¿Qué ventajas le encuentras a pedir las redacciones en ordenador?
Si las pides a mano, ¿cuáles son tus razones?
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