Blog Programa de Profesores Visitantes

Dar clase en EEUU y no morir en el intento

4 febrero, 2021

Me alegra mucho poder escribir esta entrada y decir que, tras un año y medio trabajando en Texas, creo que ya le he pillado el truquillo a dar clase en EEUU.

Un año y medio en Texas, sumado a los siete de California, sumado a los quince de casa… Bueno, lo importante es que lo he conseguido.

Más o menos, tampoco nos pasemos.

Y es que, aunque comparar está mal, está feo y es algo que debes evitar a toda costa cuando te embarcas en una aventura como esta, es muy difícil no mirar a ambos lados del charco y pensar en cómo hacías las cosas antes y la rabia que te da no poder hacer lo mismo aquí.

Tu memoria te hace olvidar todas esas cosas que no salían demasiado bien, pero eso es otro tema.

Hoy te traigo algunos de los aspectos que más me han costado en esta nueva aventura texana. A pesar de haber participado ya antes, el shock ha sido importante y es ahora cuando puedo mirar atrás y decir que ha merecido la pena.

Puede que tú seas una de las cientos de personas que echaron la solicitud en noviembre y estés esperando a que te digan si te han aceptado o no. Probablemente no tengas uñas o hayas tenido que comprar un ratón nuevo de tanto darle a «volver a cargar la página».

Como te dije en su momento, ármate de paciencia: esto no ha hecho más que empezar. Aunque tu «solicitud aceptada» estará al caer, ya verás.

Pero para que te vayas haciendo una idea de todo lo que te espera, aquí te dejo una lista para que te puedas ir preparando cuando vengas a dar clase a EEUU.

Un consejo: tómatelo con humor. Te van a dar los siete males, si no.

Dar clase en EEUU: cómo no morir en el intento

El sistema

Llevas años dando clase y te apetece un cambio. Conoces el sistema español de cabo a rabo, de arriba abajo y hasta por los lados. Has estado en dirección, o has sido coordinador de [ponga usted aquí cualquiera de las muchas tareas que hay que coordinar en un colegio], y estás a vuelta de todo.

No vas a tener ningún problema, piensas, mirando tu enorme listado de cursos y años de experiencia.

Error. Sorry.

Olvídate de la creatividad en tu clase. Olvídate de proyectos, de montar un barco de guerra con palillos para aprender el volumen, de hacer carteles el día de la paz. Aquí hay una metodología, y ya: hazte a la idea de que te van a decir qué libros usar, qué horario tener, qué alumnado agrupar.

Toda tu práctica docente se va a guiar por una cosa, una sola cosa: la data. Si caes en un curso que tome exámenes estatales (a partir de tercero de Primaria), tus peques van a tener exámenes a todas horas. Esos exámenes, creados por tu distrito, medirán con exactitud los estándares y habilidades que hacen bien y los que no.

Tendrás ochocientas reuniones (y me quedo corta) para hablar de los resultados de tu clase y cómo corregir lo que haya que corregir; deberás seguir esos resultados a la hora de agrupar a tus peques por niveles para trabajar en grupos pequeños mientras el resto de la clase trabaja en stations (si te apetece que hable más de esto, déjame un comentario o ponte en contacto conmigo).

Todo el curso (todo, desde el primer día hasta el último) estará enfocado en sacar la mejor nota posible en esos exámenes estatales. Si tienes una clase baja, te pedirán que muestren crecimiento; si tu clase es buena, que mantengan el nivel.

Dependiendo de esos resultados, tu escuela recibirá una calificación. Dependiendo de esa calificación, recibirá más o menos dinero. Dependiendo de ese dinero…

Tu trabajo y el de tus compañeras dependen de ese dinero. Así que imagínate si te van a dar por saco con el tema.

El horario

Cuando era directora, tuve que cambiar el horario de formación de un curso. Lo avisé un mes antes y otra vez una semana antes del curso. Tres profesoras me echaron una bronca de espanto porque no les había avisado con suficiente tiempo (what) y no se quedaron.

Aquí lo más normal del mundo es recibir un mensaje a las doce diciendo que tienes reunión a las cuatro, una reunión de esas en las que o estás, o estás. Ya me he acostumbrado a no planificar nada importante antes de las cinco, porque nunca sé si voy a llegar.

Cuando das clase en EEUU, meter diez horas al día es lo más normal del mundo. De entrada, porque tu horario de trabajo es de ocho horas, más media hora para comer. Pero sobre todo, porque dentro de esas ocho horas no tienes ninguna libre para preparar tus clases. Si no estás con tus peques, estás cuidando el patio o en una reunión (mirando la data, acuérdate). Cuando llega la época de hacer reuniones con las familias, olvídate: llévate el saco de dormir, ahorrarás tiempo.

Por no hablar de las fechas especiales: Halloween, San Valentín, Navidad… Las escuelas con pocos recursos suelen estar en un programa llamado Title 1 que busca la implicación de las familias en la escuela y cualquier excusa es buena para atraerlas; este programa supone (¿a que lo adivinas?) un importante influjo de dinero que se gasta directamente en las clases.

Ocho horas de clase, más una de preparación (mínimo), más reunión con padres, más festejos varios… El día que sales a tu hora es porque estás enferma.

Las redes sociales son una extensión de tu yo profesional

En la primera semana aquí, me hicieron abrirme una cuenta de Twitter. Me abrí una distinta, porque no quería que leyeran mis opiniones personales en la que ya tenía. Todas mis compañeras tienen cuenta en Facebook y más de una ha intentado agregarme. Todas hablan solo del trabajo.

Si vas a dar clase en EEUU, más te vale ser hábil con el tema de la privacidad en tus cuentas. Bloquea Instagram, pon todos los filtros posibles a Facebook y ponte candado en Twitter. Si no quieres hacer nada de eso, empieza a autocensurarte: si no podría leerlo tu madre, no lo pongas.

Si a tu madre le va hablar de política o religión, ignórame.

Cuidadín, sobre todo, si te vas a pedir algún día de enfermedad para viajar; guárdate esas fotos que sacaste para más adelante, cuando nadie pueda unirlas a los días libres, no vaya a ser que te llamen la atención. Y si vas a hacer alguna picia, como irte a España y trabajar online desde allí incluso cuando el visado especifica que no se puede, no me seas cafre y lo cuentes en un grupo de Facebook.

Que no serías la primera persona que no vuelve por eso.

Tus compis son «Workaholics»

O en cristiano: adictas al trabajo.

Acostúmbrate a ver siempre coches en el parking de tu centro. Acostúmbrate a que algunas de tus compañeras pidan permiso para llegar antes de las seis de la mañana (true story). A que se abra el colegio el fin de semana. A que, aunque tu horario diga que te vas a las cuatro de la tarde, a las siete todavía haya gente trabajando.

Eso sí: cuando entres en sus aulas vas a ver decoraciones que harían las delicias del inventor de Pinterest. Sus rincones de trabajo te van a hacer babear y sus materiales van a cambiarte el color a verde envidia. Verás los experimentos que llevan a cabo, los posters hechos a mano, los muebles que ellas mismas han comprado y montado en clase…

Y luego te darás cuenta de que no tienen ninguna afición que no esté de un modo u otro relacionado con la escuela. Y decidirás si te merece o no la pena.

¿Merece la pena?

Hay un motivo por el que dar clase en EEUU, sobre todo viniendo con el programa de Profesores Visitantes, merece la pena: los viajes.

Si hay algo que identifique a un profe visitante es que todos tenemos el mapa de EEUU y una caja enorme de chinchetas al lado para ir marcando cuanta ciudad visitamos. No vienes a eso, o no sobre el papel, pero los viajes que vas a poder hacer aquí no los vas a repetir nunca más.

Porque sí, puedes venir cuando quieras desde España, pero estar aquí supone otras cosas: perderte en ese pueblo que tienes al lado y que nadie conoce; aterrizar en una ciudad que nunca hubieras pensado visitar y a la que solo has ido porque el billete estaba barato y ha terminado enamorándote; pillarte un vuelo a Hawaii, algo al alcance de muy pocos bolsillos en España, por cuatro perras; pasearte por las playas de California porque has hecho el viaje con otras tres personas y compartir gastos mola…

Hacer amistades que seguirán ahí en veinte años. Conocer gente con la que no hubieras coincidido de ninguna otra manera.

Tendrás que ver las caras de tus compañeras americanas en la escuela, porque no es algo que las adictas al trabajo puedan permitirse. No porque no les llegue el sueldo (que tampoco: los profes visitantes tenemos tendencia a ser muy hippies cuando estamos aquí y gastamos más en viajes que en comida), sino porque no es algo que sea normal en estos lares. El ocio, en general, no es lo normal.

Con estos horarios laborales que me traen, normal.

Por supuesto, no me olvido de la materia prima de nuestro trabajo: los y las peques. Independientemente de metodologías, de horarios de locura, de volverte loca buscando un sofá de segunda mano que no esté más hundido que tu ánimo en esta dichosa pandemia, tu alumnado va a ser igual de genial que en cualquier parte. La labor que vas a poder hacer como profesora bilingüe va a dejar huella en ellos y ellas, y sobre todo en sus familias. Eso de poder hablar con la maestra cuando tienen un problema no tiene precio. Verás que tu clase se apunta a más cosas que el resto, precisamente por esa relación.

Así que sí, año y medio me ha costado, y aún me agobio a ratos. Pero ya puedo decir que dar clase en EEUU es algo de lo que soy capaz.

Y tú también lo serás. Al tiempo.


Si te ha gustado este artículo, puede que te guste el libro que publiqué con Plataforma Editorial. En Profe, una pregunta me planteo todas las dudas que me surgen a la hora de dar clase.

Si lo que buscas es una lectura más amena, puedes hacerte con Armarios y fulares y reírte con esta comedia de enredos. O averiguar qué es lo que pasa en un fin de semana entre amigos en Antes de que todo se rompiera.

Gracias por estar ahí. Gracias por leer.

You Might Also Like

No Comments

Leave a Reply