Hace casi exactamente dos años te hablaba en esta entrada de la ansiedad y trataba de ayudarte a tomar perspectiva. He tenido que buscar ese artículo porque sabía que había escrito antes de este tema y quería asegurarme de no repetirme. Que fuera en abril y ahora, en marzo, me dé por este tema de nuevo tiene su gracia. Llámame paranoica, pero yo aquí veo un patrón.
Y es que los últimos meses del curso son, por decirlo fino, intensos de cojones. Lo son en cualquier lado del charco, pero en Estados Unidos, además, nos enfrentamos a los exámenes estatales. Esos exámenes van a medir todo lo aprendido durante el curso en distintas asignaturas. Desde tercero de Primaria hasta que dejen la educación obligatoria, el alumnado emplea un día entero por cada asignatura, seis horas por examen, demostrando que no ha estado perdiendo el tiempo.
Para preparar esos exámenes, les ponemos antes otros exámenes. De la misma dificultad y extensión. Para ver si se lo saben.
Y si no se lo saben, horas extra después del cole hasta que se lo sepan. Y durante el cole, deja todo y dedícate a repasar todo lo que has hecho desde agosto. Todo. TODO.
El resultado de esos exámenes va a condicionar su futuro, el de la escuela y el del distrito. Porque aquí cada escuela tiene una puntuación, y si no eres capaz de igualarla o mejorarla año tras año, las altas esferas entran a meter mano y cambiar direcciones, profesorado y hasta cierran escuelas si fuera necesario.
Ojalá exagerara.
Como comprenderás, la ansiedad que estoy conlleva es un pelín alta (nada, un pelín de nada, minucias). Yo sé que no me voy a quedar aquí el tiempo suficiente para que esto me afecte, pero mis compañeras pagan las facturas con este trabajo y, qué leches, quiero demostrar que sé lo que estoy haciendo y que mis niños y niñas han aprendido. Por no hablar de que, te importe o no, las horas extras de las que te hablo arriba las voy a tener que meter igual, y la tensión de los exámenes y el análisis de la información que sale de las pruebas anteriores también me las voy a comer.
Así que he tenido que aprender a lidiar con la ansiedad a la fuerza, porque las taquicardias y los ahogos no son algo que disfrute especialmente. Y como servidora no puede estarse callada cuando descubre algo que funciona, he venido a compartirlo contigo.
Ojo: si tus problemas de ansiedad son graves (y no voy a describir lo que es grave, porque si lo estás pasando mal es grave y punto), deja de leer y llama a una psicóloga. No juegues con tu salud. Pide ayuda.
Ansiedad en la docencia y cómo lidiar con ella
Nada de trabajo en tu tiempo libre
Hola, me llamo Ruth y vengo a contarte la perogrullada del día, cómo estás.
Sí, ya sé que es un consejo un tanto simplón y que todas sabemos que hay que alejarse de aquello que nos produce ansiedad, en este caso el trabajo (entre otras muchas cosas, pero a algo hay que echarle la culpa). Imagino que, si estás de los nervios por algún problema que has tenido en el centro o porque estás hasta las cejas de trabajo y no te da la vida, sabrás que alejarte del trabajo en tu tiempo libre es una necesidad.
Y sin embargo, dime: ¿en cuántas conversaciones pedagógicas te has visto envuelta en Twitter esta semana? ¿Cuántas veces has hablado del cole con tu pareja, tus amigas o compañeras fuera del centro? La nuestra es una profesión que da anécdotas para llenar estanterías enteras, y podríamos estar hablando todo el día de lo que pasa en el cole. Pero así dejamos que se cuele en nuestro día a día y nos dé la sensación de no descansar.
Porque cuando hablamos de ello, no descansamos. Nos llevamos los problemas en la mochila (a veces de forma literal, otras no tanto) y les damos vueltas cuando deberíamos estar dedicando tiempo a nuestra familia y amigos.
No pensar en ese alumno al que no sabes cómo llegar mientras cenas no te hace peor docente. Revivir esa bronca que has tenido en clase con una alumna no va a arreglar nada. Pensar en la respuesta perfecta que darle a la compañera que te ha echado algo en cara esta tarde ya no ayuda (apúntala y dísela mañana, eso sí). Cena. Disfruta de tu familia. Ríe con tus amigas. Duerme.
(Espero que entiendas por qué el blog ha estado parado durante tanto tiempo. Simplemente, no podía hablar de educación ni pensar en un tema que no fuera NO QUIERO NO QUIERO NO QUIERO y no me apetecía darte la brasa con ello. Pero los trucos que te cuento parecen haber funcionado, y con un poco de suerte habrá más artículos de aquí a mayo. Crucemos los dedos).
Aficiones
Búscate un hobby. Si quieres ideas, te puedo prestar uno de los míos (pásate por Instagram si quieres ver las cosillas que hago). Ganchillo, patchwork, cerámica, voluntariado en la protectora de animales, encuadernación, lectura, escritura, bisutería… Todo, lo hago todo. Solo me faltan jabones, velas y la resina esa con la que hacer joyas transparentes. Tiempo al tiempo.

Además de no comerme la cabeza con el cole, gracias al ganchillo me hago unos bolsos monísimos.
Tener las manos ocupadas es una forma maravillosa de no comerse la cabeza. Busca algo que necesite un mínimo de concentración para tener la mente centrada, pero que no sea tan difícil como para convertirse en una nueva fuente de ansiedad. A mí me gusta buscar patrones sencillos de ganchillo donde el mismo punto se repita una y otra vez porque así puedo hacerlo mientras veo la tele. No está muy alejado de jugar al Candy Crush, pero la diferencia es que, tras chorropocientas horas en una y otra cosa, el logro de estar en el nivel 549 no es equiparable a tener un producto final que has hecho tú (aunque sea una mierda, que lo será al principio. Pero luego mejoras y solucionas los regalos de Navidad. No bromeo. Las bufandas son un regalo cojonudo).
Si esa afición es fuera de casa y te ayuda a juntarte con gente de otras profesiones con la que no vas a hablar de trabajo, mejor aún. Cuando iba a cerámica, charlar del tiempo o de profesiones ajenas era todo un alivio después de lidiar con los problemas del cole. Todo mi círculo en Tyler es docente y cuando nos juntamos, el tema sale sin querer. Necesitas un entorno donde puedas ser algo más que profesora. Busca un sitio donde disfrutar de tu anonimato como maestra.
Concéntrate en el aquí y ahora
¿Sabes por qué los domingos por la tarde son tan horribles? Porque pasamos las horas que nos quedan de fin de semana lamentándonos porque se acaba este breve respiro. No hacemos más que pensar en el lunes, y al lunes todavía le quedan muchas horas por llegar.
Nos cargamos un cuarto de nuestro fin de semana. Somos muy idiotas a veces.
Céntrate en el momento presente. Aquí y ahora es todo lo que hay. ¿Estás viendo la tele? Concéntrate en la trama (huye de las noticias, hazme el favor: cuando estás jodida, no ayudan nada). ¿Dando un paseo? Fíjate en lo que te rodea, o concéntrate en la canción que retumba en tus oídos. Deja de pensar en la reunión del miércoles, esa que ya has preparado; ya has hecho todo lo que estaba en tu mano, ahora solo tiene que llegar y pasar, no puedes hacer más.
Si te fijas en todo lo que te queda por delante, te vas a ahogar (literalmente, es uno de los síntomas de un chungo de ansiedad; pregúntame cómo lo sé). Si te fijas en lo que tienes solo delante de ti, verás que es llevadero y que puedes con ello.
No adelantes acontecimientos. Como dice un dicho en inglés, ya cruzarás ese puente cuando llegues.
Otro dicho: If you’re going through hell, keep on walking. Las situaciones que nos causan estrés y ansiedad tienen fin. Y si no lo tiene, pónselo tú. Pidiendo ayuda profesional, por ejemplo.
Muévete
Consejos vendo que para mí no tengo. Mi suscripción al gimnasio tiene telarañas. Pero basta que me dé de baja para que me apetezca ir.
Sal de casa. Ve a pasear. Si no te gusta hacer deporte, andar es suficiente. Ponte tu música favorita o un podcast sobre la cría del berberecho salvaje (¡nada de podcast educativos!) y busca una zona tranquila donde poder pasear.
Si en tu ciudad llueve a menudo, invierte en unas buenas botas de agua y un chubasquero. O vete al gimnasio y ponte en la cinta (aunque yo prefiero el aire libre). Ve a clase de zumba, apúntate a una liguilla de fútbol, bádminton o baloncesto (¿hay algún equipo que se llame «Los Mataos» o similar que necesite un estorbo lateral izquierdo?, es para una amiga). Pero haz ejercicio. Muévete. Las hormonas que se generan gracias al movimiento son el mejor remedio contra las que la ansiedad ha implantado en tu cerebro. Deja que ese cuerpo que te está avisando de que algo no va bien a base de mareos, dolores de cabeza y ahogos te cuide también.
Sal. Diviértete. Que la ansiedad se dé cuenta de que ha perdido esta partida.
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Como siempre, gracias por estar ahí. Gracias por leer.
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