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5 razones para ir de campamentos con tu clase

22 enero, 2020

Si le preguntas a un minihumano menor de doce años si le gusta ir de campamentos, es posible que te dé un sí rotundo. Ya sea de verano, como premio por buen comportamiento, de idiomas o hasta de matemáticas, raro es el peque que no quiere ir.

Vale, sí, siempre puedes encontrar a alguno que lo pasó tan mal que no quiere volver, pero lo normal es que les chifle.

Por norma general, además, los y las profes a cargo de esos peques también suelen ir encantados. A excepción de alguna compañera con niños pequeños y de un par de dinosaurias que deberían haberse jubilado diez años antes, no he conocido a mucha gente que no vea ir de campamentos como una actividad en la que están deseando participar.

Hablo de 12 años para abajo, ojo. No me pillas a mí pasando una noche fuera de casa con adolescentes hormonados ni loca, Hulio.

A pesar de eso, sé que hay gente nueva en esto de la educación que no las tiene todas consigo y no tiene muy claro que ir de campamentos sea algo que fueran a llevar bien. Por si eres una de esas personas, he aquí cinco razones que terminarán de convencerte de que ir de campamentos con tu clase es una buena idea.

5 razones para ir de campamentos con tu clase

Te ayuda a conocerlos a otro nivel

De lunes a viernes pasamos una media de cinco horas al día con nuestra clase, a veces más. Sabemos mejor que nadie quién se entretiene de camino al baño, quién juega con los cromos debajo de la mesa, quién no va a hacer la tarea que has mandado o quién va a faltar el día del examen.

Los conocemos muy bien. O eso creemos.

Porque en realidad no tenemos ni idea. No sabemos quién es la más hábil trepando árboles, ni el más habilidoso buscando bichos en un lago. A ese valiente que siempre tiene la voz cantante en el patio le dan pavor las arañas, y el niño tímido que nunca dice ni mú en clase sabe hacer unos trucos de magia que dejan a sus compis de piedra.

No ha habido ningún año (y llevo ya unos cuantos yendo de campamentos con los y las peques) en el que no me haya llevado una sorpresa con alguno de mis alumnos. A veces para mal, porque descubres que la que parecía la mosquita muerta tiene a la clase acojonada, pero la mayoría de ellas para bien, porque les da la oportunidad de brillar en áreas que normalmente no se trabajan en clase.

Lo que me lleva a…

Te vas a llevar ideas para trabajar en clase

Si eres de las que trabaja por proyectos, ir de campamentos es un must, que diría un milenial (o la Cosmo). Vas a llenar la maleta de ideas que llevar a clase, sea cual sea la asignatura que des. Ideas para hacerles escribir sin que griten de dolor, ideas para llevar a Conocimiento del Medio, a Plástica, a Inglés… Vas a traer el saco lleno.

Y es que nada como un campamento con monitores jóvenes y llenos de ganas [que no tienen que poner notas ni están hasta las cejas de burocracia] para experimentar con cosas que no te atreves a usar en clase por si no funciona.

Vas a poder hacer el gamba

Acabo de volver de mi primer campamento estadounidense. Aparte de algún problemilla con el tratamiento del género que me ha traído por la calle de la amargura (estamos en Texas, supongo que era de esperar), me lo he pasado como una enana.

Mis peques también, pero YO MÁS.

Han construido refugios en el bosque. Han saltado en lianas naturales. Han tirado con arco, lanzado «tomahawks», prendido fuego. Han jugado con columpios idénticos a los que los niños de hace más de doscientos años tenían en el patio.

Y una de ellas ha tenido el extraño placer de intentar quitarme los calcetines en una lucha cuerpo a cuerpo en la que gané yo, qué te esperabas.

Porque eso es lo mejor: se te permite hacer el tonto. Se te permite lavarte los dientes delante de ellas y ellos y andar en pijama por el dormitorio. Se te permite jugar, experimentar, colarte para ser tú quien lanza el arpón primero (¿quién, yo? Noooooo).

Es divertido. Es guay. Y esto me lleva a…

Conectas con tu clase de una manera imposible de lograr en otro entorno

Por muy buen rollo que tengas con tu clase, tu relación con ella después de pasar un par de noches fuera de casa será mucho mejor.

Durante el tiempo que estéis allí, tú serás su adulto de referencia. No eres una figura materna ni paterna, al menos no con los cursos más altos, pero van a confiar en ti algunos de sus miedos más ocultos. Vas a tener peques que a los doce años nunca han dormido fuera de casa, o que tienen problemas de incontinencia por las noches y no quieren que nadie lo sepa.

Vas a tener niños enormes, más altos que tú, llorando de madrugada y pidiéndote que llames a su casa para que los vengan a buscar.

Y esperemos que nadie enferme, porque adivina con quién va a dormir.

Los mejores recuerdos que guardo de los grupos con los que he ido de campamentos los he hecho esos días. Solo con eso, me doy por pagada, pero es que además…

Ir de campamentos suele estar recompensado de alguna forma

Énfasis en «suele».

Depende de la comunidad en la que vivas, puede que te paguen una pequeña cantidad de dinero por haber pasado la noche fuera (que no llega ni dos euros la hora, pero oye, algo es algo). Lo normal es que se te den unas horas de formación (irrisorias) que valen a la hora de presentar méritos en las delegaciones.

Y algunos colegios incentivan la participación con días libres cuando los niños y niñas ya están de vacaciones, en esa semana que nos quedamos a hacer papeleo.

Aunque no te den nada, piensa que comes gratis esos días (y si toca a fin de mes, no es broma pasar una semana a la sopa boba); yo todavía estoy por ver un campamento donde se coma mal, porque se suele cocinar allí mismo. Hasta aquí en Texas me he puesto morada.

(Tortitas con sirope de fresas casero y chispas de chocolate y un cuenco gigante de fruta para desayunar, el último día. Y NOS DEJARON REPETIR).

Si estos pequeños incentivos no te parecen suficiente, piensa, a modo de Mr Wonderful de andar por casa, en la diferencia que estás haciendo en las vidas de los y las peques. Más de uno y más de dos no ha salido nunca a pasar una noche fuera y lo va a hacer porque tú has decidido sacrificar un par de noches de tu vida. Parece una putada, pero te digo que compensa.

Aunque lo único que quiera ahora mismo sea dormir dos semanas seguidas.


Los niños y niñas de Primaria no dan mucha guerra cuando duermen fuera, pero los de Secundaria son otra historia. ¿He dicho historia? Si te interesa leer una sobre la que montan un grupo de chicos y chicas de dieciséis años que se van a dormir fuera, echa un vistazo a Antes de que todo se rompiera. Es ficción, pero si das clase en Secundaria te va a sonar MUY cercano.

(Gracias por estar ahí. Gracias por leer).

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