Es de sobra conocido que cada maestrillo tiene su librillo (yo tengo ya un puñadillo, para más señas). Lo que para gente ajena a la educación quizás no sea tanto es que cada maestrillo tiene también su pedrada. Y a veces alguna que otra tenemos en común.
Llamémosle manía, que queda mucho mejor. Más fino, y mucho más realista.
Esas manías de los profesores son de origen desconocido, o cuando menos algo extraño. A veces las tienen (tenemos) porque de verdad algo nos irrita, pero en muchas ocasiones son manías que nos vienen heredadas por la profesión.
Hoy me animo a hacer una lista de manías comunes en muchas compañeras que conozco (y me incluyo), y otras quizás no tan comunes que me llaman la atención o directamente me arrancan una carcajada. Porque anda que no somos raras las profes…
Las manías de los profesores
Nada de chicle en clase
Y lo digo en primera persona y muy en serio.
Es mi manía de profe más arraigada, y ya ha llegado a mi vida personal. No soporto oír cómo se masca chicle cerca de mí. Si eres de las personas que mastican con la boca cerrada y sin que se te oiga, te quiero en mi equipo y junto a mí, gracias; si eres de las que hacen globos y mascan con la boca abierta, te deseo un par de noches de picores intensos en la planta del pie.
Como mínimo.
Mi excusa con los críos es que no se puede hablar bien en inglés con un chicle en la boca (mentira, probablemente se hable mejor), y como en mi clase siempre les pido que hablen, lo tengo prohibidísimo.
Con la madre que un día vino a una reunión del consejo escolar y se pasó dos horas y media junto a mí haciendo globitos no hubo tanta suerte.
Casi muero.
Prefiero que taches a que uses el corrector
Seamos sinceras: veo un par de razones por las que esta norma puede tener sentido y no ser solo una manía de profesores.
Yo misma he tenido que vetarlo alguna vez. El corrector líquido, porque lo utilizaban para pintar bolis, mesas, estuches y hasta las uñas. El de cinta mucho menos, pero alguno de mis alumnos lo usaba de experimento y terminaba con todas las piezas encima de la mesa. Ríete tú del juguetito de las bolas esas, que supuestamente valen para quitar el estrés.
Sé que hay gente a la que no le gusta que lo usen porque quieren ver dónde se equivocan. Y lo veo lógico, pero he visto con estos ojitos cómo sufren varios peques muy perfeccionistas cuando tienen que hacer un tachón en el papel. Con otros funciona regular, porque el tachón está marcado con tanta fuerza que atraviesa hasta el papel. Así que esta es una de esas manías que puedo pasar como «normales».
Si es que una manía de profe puede alguna vez ser normal.
En el recreo no se lee
En todos los colegios en los que he trabajado he tenido una compañera a la que le daba un mal cada vez que veía un grupo de niños y niñas leyendo en el patio.
En todos.
Yo no sé qué obsesión tiene la gente con que los niños y niñas tienen que correr y hacer el bestia en el recreo para luego poder estar mejor en clase. Los hay, claro, y son los que se encargan de traer el balón y correr hasta quedar sin aliento, no hace falta arengarles.
Pero también hay un grupo muy grande al que le gusta estar tranquilo en un rincón del patio, ya sea hablando o leyendo. Como le dijo un antiguo alumno a una de esas compañeras, «Es mi tiempo libre y con él hago lo que quiera».
El recreo está para hacer un parón mental durante el día, no necesariamente para correr y saltar. Algunos son introvertidos y el recreo supone el único momento durante el día en el que pueden esconderse tras las páginas de un libro. Es igual de válido que correr detrás de un balón.
Lo peor es que, a veces, la motivación de esas compañeras para prohibir la lectura en el patio es que… los libros se estropean. «Los manosean, los dejan en el suelo de cualquier manera si quieren ir a jugar, no los cuidan»
Como dirían en Twitter: Yo ya.
No, no te puedes levantar a sacar punta
Solemos decir que los niños, a menudo, vienen con una mochila importante de situaciones que debemos tener en cuenta antes de juzgar sus actos.
Yo digo lo mismo con los docentes. Algunas de las manías de los profesores están arraigadas en traumas pasados y todos aquellos que les reventaron la clase.
Todos hemos tenido el graciosillo en clase que rompe la punta del boli a propósito para poder pasar junto a su amiguete camino de la papelera y echar unas risas. O peor, para soltarle una barbaridad a alguien, cuando no es una colleja.
Así que, para evitarlo, decidimos prohibir levantarse para sacar punta. Les pedimos que traigan los sacapuntas con cajita para guardar las raspas. Y, por supuesto, les pegamos un grito que hace temblar las ventanas cuando se les cae al suelo y montan un pifostio de pedacitos de madera y grafito.
O igual soy solo yo. Ups.
Ahora les hago sacar punta nada más entrar en clase y tener un par de lápices preparados para cuando se les rompa el primero. Y de momento no he vuelto a tener medio árbol en el suelo de la clase, así que parece que funciona.
Ahí no va el nombre
El nombre tiene que ir en la esquina superior derecha, y en ningún otro lado.
Peor: tiene que ir en la parte de atrás de la tarea, para que puedas poner notas sin saber a quién y no sentirte influenciada.
Peor todavía: tiene que ir detrás en el dibujo, para que no estorbe. Hasta que llega la de Art Through English (yo) y les dice que a ver dónde creen ellos que firman los pintores famosos, que cuándo se ha visto que haya que darle la vuelta a un cuadro para ver la firma, vamoshombreporfavor.
Y mucho ojito con no ponerlo, que si no está no corrijo.
Mira, que lo entreguen por email y listo.
La única que escribe en rojo soy yo
O en morado, o en cualquiera de los colores que esté de moda esta temporada para corregir (otra manía de profesores más, pero quién las cuenta ya).
Los únicos colores aceptables para escribir son el azul y el negro. Menos en el cuaderno de ejercicios, que solo se puede escribir a lápiz.
No, nada de bolis tipo Pilot, que la tinta no seca en papel satinado.
¿Boli de gel? Ni hablar, eso no es para el cole, úsalo en casa si quieres.
¿Cómo que quieres pintar con rotuladores? ¡Nunca! Sí, ya sé que estaban en la lista de material, pero yo no la escribí, a mí qué me cuentas.
Sí, ya sé que es mi quinto año en el colegio, ¿por qué lo dices? ¿Cambiar yo esa lista? Deja, deja, si está ahí es por algo. A ver si te piensas que esas cosas se deciden por capricho.
Algún motivo habrá para que esté ahí. No son las manías de un profe.
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