Mientras escribo esto, la bolsa donde me he traído los libros, cuadernos y material diverso del cole me mira con el ceño fruncido desde la silla de al lado. “Muy bonito”, parece estar diciéndome, “tú ahí, escribiendo una entrada sobre gestión del tiempo, para así perder el ídem y no hacer lo que tienes que hacer, que es hacerme casito, abrirme, poner todo mi contenido en la mesa y prepararte para la semana que viene. Vaya profesional estás hecha. Vaga, que eres una vaga”.
La bolsa no sabe que estoy en fin de semana y que hoy no trabajo, porque ella es una bolsa. El problema es que a mí también me cuesta entenderlo y sé que, en cuanto termine de escribir esto, voy a abrirla y ponerme a trabajar.
Ya lo decían hace años: la bolsa o la vida. Japuta la puñetera bolsa.
Por primera vez desde hace muchos, me estoy trayendo trabajo a casa porque el ritmo que se lleva en este país hace imposible terminar el trabajo en horario laboral. A las diez horas que meto en el cole les estoy sumando una o dos al día en casa; no todos los días, pero sí más de los que me gustarían, y una mañana de mi fin de semana suele estar dedicada al colegio.
(A no ser que me vaya de viaje. Viajes que te cuento en la página de Facebook y en las fotos de Instagram. Por si sientes curiosidad).
Me duele, pero si no lo hiciera así me quedaría muy atrás. Lo que significaría que mis peques se quedarían muy atrás. Y eso sí que no.
Así que este curso estoy prestando especial atención a la gestión del tiempo. Siempre se me ha dado bien calcular cuánto me va a costar cada cosa y de cuánto tiempo dispongo; creo que uno de los aspectos que más me minaron en mis escasos dos años de dirección fue que me era imposible calcular cuánto tiempo tenía, porque siempre había una emergencia, un fuego que apagar, un imprevisto.
No llevo bien los imprevistos, por eso los planifico. No tanto los imprevistos como la posibilidad de que existan.
Pero cuando todo tu día es un imprevisto, llega la ansiedad. Y la ansiedad es caca.
Este principio de curso ha sido un pelín duro porque no ha sido hasta ahora cuando he empezado a situarme y a tener un horario más o menos fijo. Las rutinas, el saber qué pasa cuándo, son cruciales para mí, aunque también hay que dejar tiempo para el ocio y los planes de última hora. Si consigues gestionar tu tiempo de forma efectiva, incluso esos planes improvisados tienen hueco.
Que sí, en serio. No todo va a ser corregir.
Gestión del tiempo. Trucos e ideas para mantener la salud
Listas, listas, listas
Cuando la ansiedad empezó a hacer acto de presencia, hace ya unos lustros, busqué ayuda profesional para lidiar con ella.
(Nota al margen de la Tita Ruth: al primer síntoma de ansiedad, busca ayuda. No hay nada de malo en ir al psicólogo. Si te duele la garganta, aunque no tengas fiebre, vas al médico para que no vaya a más, ¿verdad? Pues con la ansiedad, igual. Puede terminar derivando en problemas muy graves. No es nada vergonzoso, no estás sola, le pasa a todo el mundo. Pide ayuda. Cuídate).
Estaba teniendo problemas de sueño porque me metía en la cama pensando en las cosas que tenía que hacer al día siguiente, y eso hacía que me costara mucho dormir. Incluso cuando forzaba mis pensamientos hacia otros temas, esos segundos antes de caer dormida me traían de nuevo las imágenes de cómo iba a ser mi día al día siguiente.
La psicóloga me recomendó que hiciera una lista y escribiera esas cosas en un cuaderno, a poder ser antes de dormir. Me dijo que el hecho de ponerlas por escrito las saca de tu cabeza y te deja descansar.
Yo pensé que era una estupidez, pero le hice caso porque ella es la experta y mi buen dinero le estaba pagando. Y oye, qué cosas tiene la mente, que la jodida lista funcionó.
No solo eso: me sirvió como herramienta para gestionar mejor mi tiempo. Porque, al ver todo lo que tienes que hacer escrito delante de ti, eres capaz de organizar las tareas de forma mucho más efectiva.
Quizás tengas solo cinco minutos entre una clase y otra, pero con eso basta para poder mandar un email contestando a la encargada del ayuntamiento sobre esa actividad que estás organizando. A veces el tiempo se nos va esperando en la puerta de la clase a que termine la de Inglés (ay, qué guerra damos las de Inglés), pero tú puedes aprovechar esos minuticos para ir marcando cosas de tu lista.
Y el gustazo que da ir tachando las cosas que has hecho no se paga con dinero.
Ojalá.
Agrupa las tareas por tipo, dificultad o estado mental
Con la lista delante, esto es más fácil. Digamos que tienes todo un bloque de tiempo, una hora entera libre. Acabas de salir de clase y estás deshecha, pero tienes un montón de cosas que hacer. ¿Por dónde empiezas?
Escoge de la lista la que te vaya a costar menos esfuerzo. Igual necesitas una lección en Kahoot, de esas que ya vienen hechas; esa es una tarea relativamente sencilla, que no supone esfuerzo mental y no debería llevarte mucho tiempo (si no te pierdes en las catacumbas que representan las actividades de Kahoot, “quicir”).
Ya has empezado. Ya tienes inercia. Sigue con algo que exija más esfuerzo. ¿Preparar una actividad un poco compleja, quizás? ¿Corregir esos exámenes que ya tienen telarañas y que no son demasiado largos? ¿Echar un vistazo a los trabajos que están haciendo en clase, para poder guiar a los y las peques cuando vuelvan a ello?
Yo suelo fijarme en qué ítems de mi lista solo puedo hacer aquí y ahora, porque sería poco práctico hacerlo en casa. Por ejemplo, sacar fotocopias es algo que solo puedo hacer en el cole. Corregir los cuadernos lo puedo hacer en cualquier parte, pero con lo que pesan, mejor en el cole. Cualquier cosa que requiera un ordenador, prefiero hacerlo en casa porque tengo mejor conexión que en el colegio (en Vitoria; aquí mi cole tiene una conexión que lo flipas, y la red wifi va que te cagas; igualico que en la escuela pública en tu lado del charco, lo sé); además, no es lo mismo trabajar en tu mesa de clase que en el sofá con los gatos en el regazo, qué quieres que te diga.
Observa también tu nivel de cansancio mental y físico. Guarda esas actividades menos mentales para hacerlas delante de la tele (si das Plástica y tienes que crear un par de modelos del proyecto, es tu momento). Aprovecha la inercia de una actividad para enlazarla con otra (me cuesta horrores ponerme a corregir, pero una vez que empiezo, va todo seguido). Recuerda siempre que lo más difícil es empezar. Procrastinar es una de las actividades más tentadoras que existen… y una de las más peligrosas.
Priorizando, que es gerundio
Un antiguo compañero de trabajo dijo una vez una frase que quiero tatuarme: «el tiempo es como el dinero: gastas el que tienes». La mayor verdad que he oído nunca.
Recuerda esas reuniones en el colegio, donde se trata lo mismo tengas una hora o media, ya sea un claustro o una reunión con una familia. Si el gas se expande hasta llenar todo el espacio disponible, no te digo ya la reunión de principio de curso.
Con tu tiempo pasa igual. «Tengo todo el verano para pintar la casa/arreglar la ventana/limpiar los cristales, ya me pondré» puede que sea una de las frases más oídas del mundo mundial. El 30 de agosto, todas las tiendas de pintura, bricolaje y limpieza están a tope de gente que intenta cumplir sus promesas.
También es verdad aquello de la botella de tierra y agua, que yo voy a destrozar a mi antojo con tu permiso (y sin él). Si llenas una botella de arena, ya no hay sitio para nada más. Si la llenas de piedras grandes primero, cabrán las piedras más pequeñas después, la arena tras ella y la cerveza al final.
Moraleja: siempre hay sitio para una cerveza.
Por eso es importante que clasifiques tus tareas. No te fijes solo en las urgentes, sino en las importantes. Si mañana tienes una reunión con la familia de un peque que te está dando mucha guerra, prepararte esa reunión es a la vez importante y urgente. Si tienes que entregar las programaciones a la inspectora porque viene mañana a recogerlas, esa es una tarea urgente, aunque no necesariamente importante (lo siento, inspectores e inspectoras del mundo, pero no). Utiliza la mejor hora de tu tiempo, esa en la que estás más fresca, más activa, en preparar lo importante. Las programaciones se van a tener que conformar con el peor momento de tu día, sorry not sorry, porque hay cosas mucho más útiles que puedes hacer con tu tiempo.
Recuerda este cuadro, uno de los más importantes en la gestión del tiempo, y cíñete a él. Aprende a identificar lo que no es urgente ni importante para quitarlo de la lista. Ya sé que muchas cosas no están en tu mano, pero muchas otras sí. Te salvará la vida.

Esta imagen tan moñoña la he hecho yo y la puedes usar si te apetece.
Y recuerda: que lo urgente no te aleje de lo importante. Y lo importante son siempre los y las peques que tienes a tu cargo.
Relativiza
Sé que quieres hacerlo todo bien. Sé que te sientes culpable cuando no entregas los papeles a tiempo, cuando tardas más de lo normal en corregir ese trabajo o ese examen, cuando no tienes la programación hecha cuando la pide la directora.
Pero, ¿sabes qué? No se va a acabar el mundo. Nuestro trabajo es importante, sí, pero el tiempo no es un factor crucial.
No estás operando a corazón abierto. No estás investigando la manera de curar el cáncer, o el Alzheimer, donde millones de personas dependen de que tu trabajo se adelante unos meses para poder salvar la vida.
No va a pasar nada si no entregas la memoria del curso a tiempo. Te lo dice una que las entregaba tarde siempre.
El tiempo es el que es, e igual que no puedes meter un elefante en una caja de zapatos, tampoco puedes meter todo lo que hay que hacer en una jornada laboral. Tú eres mucho más aparte de docente; eres amiga, parte de una familia, madre de dragones (o gatos, o perros, o agapornis, o cucarachas) y tu día tiene un límite. Veinticuatro horas, ocho de las cuales deberías estar durmiendo.
Pero sí es verdad que, con un poco de cuidado y una serie de rutinas, esa caja de zapatos puede llenarse de un montón de cosas maravillosas que incluyen viajes, un libro (o dos) y un blog que tiene una entrada a la semana por más que meta en el colegio diez horas diarias (y alguna otra de propina en casa). Recuerda que, si primero entran las piedras, siempre queda sitio para una cerveza.
Y hacer sitio para la cerveza es crucial (aunque sea sin alcohol, como las mías). Tu salud mental te lo agradecerá.
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