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El error en el proceso de aprendizaje

16 febrero, 2021

Una de las cosas que, en mi experiencia como alumna allende los años, menos se trabajaba en la escuela era la de dar importancia al error en el proceso de aprendizaje. Se nos explicaba la lección, se nos daban los ejercicios y se daba por sentado que lo íbamos a hacer bien desde el principio.

Esto era flagrante sobre todo en las clases de idiomas con aquellos ejercicios de rellenar huecos, donde tenías que decidir si poner have / has, o to /too. Inútil en cualquier sentido comunicativo, pero rellenabas páginas y páginas y recibías las notas basadas en el porcentaje de aciertos.

Cuantos más años cumplo y más cursos paso en el aula, más me doy cuenta de la importancia del error. A mis peques les digo a menudo que, cuando se aprende algo nuevo, es imposible hacerlo bien a la primera. De hecho, si les sale bien a la primera es, con toda probabilidad, porque les estoy dando algo demasiado sencillo o que ya sabían hacer.

Como adultos, esta aversión al error que se nos metió en la cabeza desde pequeños también nos marca. Que levante la mano quien no haya dejado una afición o haya cambiado de trabajo o de especialidad porque era difícil y la curva de aprendizaje era demasiado marcada.

No creo que sea un rasgo de falta de carácter o de ilusión. A menudo es que se nos ha pedido hacerlo todo bien desde el principio. Se nos ha criticado el error, cuando los errores son una estupenda manera de identificar los pasos que sigue nuestro proceso de aprendizaje. Darnos cuenta de en qué fallamos es la única forma de corregirnos.

El error en el proceso de aprendizaje

Nadie nace aprendido. Ni tú, ni yo ni el chaval que está delante de ti en el coche de la autoescuela, desesperado por meter bien primera para poder salir en el semáforo antes de que le pites.

(Como pites, te corto una oreja).

El error es necesario porque sin él no hay avance posible. Los esquemas de nuestro cerebro necesitan romperse para formarse de nuevo y dejar encajar la nueva información. A través del error, abrimos caminos nuevos y afianzamos conocimientos.

Cuando estudiaba Magisterio, un profesor de Euskera estuvo a punto de suspenderme todo el curso por un error gramatical que cometía una y otra vez. Nunca me lo habían corregido (o yo no lo recordaba) y me costó horrores convencerlo de que me diera otra oportunidad y me dejara reescribir todas mis redacciones. Lo hizo, menos mal. Aún sueño con ello.

A día de hoy, aquel error que casi me cuesta la carrera es el primero que me salta a la vista cuando corrijo una redacción en euskera. Es lo primero que corrijo cuando estoy con alguien que está aprendiendo euskera, porque es una de esas manías que, cuando antes se quite, mejor.

El error me ayudó a afianzar un conocimiento. Esa corrección me ayudó a avanzar.

Llevo toda la vida aprendiendo, que no estudiando. Me encanta el conocimiento, de cualquier tipo, y a veces me agobio pensando en todo lo que quiero aprender y la poca viabilidad de ese deseo, porque no hay vidas suficientes para acapararlo todo.

Si sigues este blog desde hace tiempo, sabes que una de las áreas que más me gustan es la escritura. Ya sean novelas para adultos, para adolescentes o libros de ensayo para profesores, me encanta escribir. Ahora mismo estoy revisando la primera novela que publiqué con intención de reeditarla, porque me he dado cuenta de todo lo que he aprendido en estos cinco últimos años y me daba un poco de vergüenza tenerla ahí fuera con fallos que en su momento no identifiqué.

(Y faltas de ortografía, por Dior. Que escribí «calló» en vez de «cayó». Qué vergüenza).

Nos han dicho a menudo que la práctica hace la perfección, pero no es cierto. El otro día, una compañera en cerámica (otro nuevo aprendizaje, no paro) lo expresó muy bien: la práctica fija hábitos, incluidos los malos.

Si no identificas el error y te quedas con él a base de repetirlo, es muy difícil cambiarlo. Necesitas a alguien que te ayude no solo a identificarlo, sino a entender por qué lo cometes y cómo mejorar.

El error es un signo de aprendizaje. Repetir el mismo error una y otra vez es un signo de estancamiento.

Aprender de los errores de otros

Saber que otros cometen los mismos errores que tú, a veces, alivia. Como profesora, además, te ayuda a adelantarte y tener preparada la explicación. Sabes dónde van a equivocarse, y que lo van a hacer por mucho que lo expliques una y otra vez.

Si no me crees, es que nunca les has tenido que dar un problema de área y perímetro. O una redacción donde tuvieran que escribir el past perfect.

Cuando estás aprendiendo algo, y una vez pasado ese punto en el que te crees que sabes mucho pero en realidad no tienes ni puñetera idea, también te apetece compartir tus descubrimientos con los demás. Cuando aprendía alemán, me faltaba tiempo para usar las cuatro frases que sabía en clase. Ídem ahora con la cerámica, que voy explicándole a todo el mundo los tonos que toma el esmalte dependiendo del calor que le pongas en el horno.

Lo hago sin ínfulas y sin intención de mostrarme por encima de nadie. Lo hago con los oídos bien abiertos a cualquiera que sepa más que yo y pueda puntualizar mis conocimientos. Lo hago igual que escribo este blog, desde mi experiencia y lo que a mí me funciona, abierta a lo que me digáis desde el otro lado de la pantalla.

Y por eso he participado en este libro cuyo enlace te dejo en la foto. Escribir y publicar una novela ha sido un esfuerzo conjunto de gente que viene de muy distintos orígenes. Todos escribimos y todos publicamos, y todos hemos pasado por un montón de procesos que nos han hecho identificar y eliminar errores.

Pensarás: ¿y esto a qué viene en un blog de educación? Pues porque no solo te puede servir a ti si alguna vez has pensado en escribir (sospecho que sí; no sé qué tiene ser docente que hay mucho escritor en sus filas). Hay más de un apartado y más de dos que te pueden servir incluso para llevar al aula y darte ideas sobre cómo dirigir un taller de escritura.

Y porque un trocito es mío, qué leches, cómo no lo voy a contar aquí.

El error es necesario. El error nos hace aprender. Y los errores de otros nos dejan saber que hay más gente diciendo «yo también la cagué ahí». Las miserias compartidas nos hacen sentir mejor.

Y si puedes aprender de los errores de otros, mira qué bien. Aunque nada ni nadie te va a evitar cometer los propios, por mucho que te corrijan.

Gracias por estar ahí. Ahora, vete a meter la pata mientras aprendes lo que te dé la gana.

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