Este es el tercer intento este mes de escribir una entrada en el blog. No sé si terminaré publicándola, pero al menos podré decir que la he escrito.
He intentado hablarte del día a día en el aula aquí en Tyler, pero pensar en el cole en mi tiempo libre me provocaba ansiedad. Bastantes horas meto ya para hablar de ello el fin de semana o en la hora y media que me queda libre por la tarde.
He intentado buscar un tema en el que te pueda echar una mano, pero tengo la sensación de que, aparte de los post sobre el programa de Profesores Visitantes, las entradas con ideas para el aula no interesan demasiado.
Podría hablar de los libros que he leído y te recomiendo para el aula, pero no estoy leyendo nada de literatura juvenil ni ninguno que te pueda servir ahora mismo y el «COMPRA MI LIBRO» me cansa a mí tanto como a ti (pero compra mi libro, porfi).
Así que me he sentado a escribir esta entrada para decirte que no puedo escribir esta entrada. Porque este blog habla de educación, de cosas que hacer en el aula, de cómo venirte a Estados Unidos a trabajar, y yo ahora mismo lo único que quiero es irme a la playa o a tomar un café con gente que me hable de lo que sea, menos de educación.
Me estoy viendo los vídeos de Gabriella en bucle porque es como tenerla cerca y hablar con ella de creatividad mientras comemos gildas por Vitoria.
No sé si lo que me pasa es burnout, enero o que estoy en un sistema educativo que cada vez me gusta menos y que me quita tiempo de hacer lo que realmente quiero hacer (si te pasas por Instagram verás a lo que me refiero; cualquier día abro una tienda online, o pongo un consultorio de Tarot, o… yo qué sé ya).
No sé, pero sí lo sé. Porque creo que te acabo de dar la definición de libro de burnout. O, dicho en castellano, estar hasta el toto.
De lo que estoy segura es de que lo último que me apetece ahora mismo es contarte mis penas, o hablarte de lo que hago en clase (repasar para el examen, da igual cuándo leas esto: si estás en un curso con examen estatal en Texas, estás repasando para el examen todo el año).
Me apetece hablarte de cómo hacer frente a los bajones a base de hacer ganchillo, punto de cruz o costura; de lo bien que sienta juntarte con alguien y reírte de cualquier cosa; de que quien inventó la videollamada merece el Nobel porque así la distancia no lo es tanto (hoy; en otro momento te diré que es el peor invento del siglo, porque qué necesidad tengo de ponerme sujetador cuando me llaman por teléfono, vamos a ver).
Podría hablarte de muchas cosas, pero no quiero hablar de educación, ni de mi clase ni del sistema, porque lo único que va a salir de mi boca es negativo, el burnout es contagioso y no te lo mereces. Ni tú, ni mi clase ni el sistema (bueno, el sistema sí, el americano, me refiero, porque en fin).
Así que mejor me callo, al menos durante un ratito (más). A no ser que a ti se te ocurra algo de lo que quieras que hable. O igual te gusta más el silencio. Y si es así, cómo te entiendo.
Gracias por estar ahí (hasta cuando yo no estoy). Gracias por leer.
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