Que levante la mano quien no haya oído alguna vez aquello de «Esto tendría que enseñarse en la escuela». Tauromaquia, la declaración de la renta, manejar un velero, la empatía, apreciación del vino… Da igual lo que se te ocurra, a alguien se le ha ocurrido antes. He visto las cosas más peregrinas en redes sociales y en conversaciones de barra de bar.
Asignaturas que hacen falta: Respirar. Otra para tu colección @maestradepueblo .#asignaturasquehacenfalta pic.twitter.com/VFYg6AOjqW
— Juan Letranger (@Letranger28) February 1, 2021
Pero poca gente habla de sus asignaturas favoritas. No necesariamente las que tuviste, sino las que te hubiera gustado tener. No porque te hicieran falta, no porque fueran útiles en el futuro, sino porque la hubieras gozado como una enana.
Yo tengo una lista bastante amplia de mis asignaturas favoritas. Asignaturas que he dado o que me gustaría dar, asignaturas que, creo, gustan al alumnado y al profesorado por igual. Porque creo que una de las cosas más útiles que podemos hacer es ponernos en el lugar de los y las peques e imaginarnos cómo habríamos disfrutado de algo así cuando teníamos su edad.
Mis asignaturas favoritas
Enseñar idiomas a través del arte
No os hacéis una idea de lo mucho que disfruté dando esta asignatura.
Durante tres años tuve la oportunidad de enseñar inglés a través del arte. Observábamos una pieza (pintura, fotografía, escultura, exposición, lo que fuera) y hablábamos de ella. Desde lo más básico («I can see a red circle») a pensamientos más complejos («This painting makes me feel as if…») dependiendo del nivel de cada criatura. La analizábamos, la descomponíamos y creaban un proyecto basándonos en ella. Después presentaban ese proyecto a la clase, diciendo cómo lo habían hecho y qué materiales habían utilizado.
Si esto no es llevar el método comunicativo a la práctica, ya me dirás.
Lo mejor de todo fue la colaboración del museo de arte moderno que teníamos a pocos metros de la escuela, que nos invitaba a ver las exposiciones nuevas. Como estábamos tan cerca, no había mucho que preparar: cruzábamos la calle y ahí nos esperaban, con una obra real que los y las peques podían ver en persona, y una guía que se la explicaba en inglés y tenía un proyecto preparado. Volvían a clase con una pequeña obra de arte que llevar a casa.
Ahora que el grueso de mi metodología se centra en conseguir que mi alumnado saque la mejor nota posible en un examen estatal, miro hacia atrás y me doy de cabezazos por no haberme dado cuenta de la maravillosa oportunidad que tenía entre manos.
Ay.
Teatro
Mi asignatura favorita como alumna y como profesora. Me da igual lo que quieras enseñar: todo puede hacerse a través del teatro.
Que es bueno para aprender idiomas está claro, pero no solo eso. ¿Historia? Maravilloso, sobre todo si lo escriben ellos. ¿Matemáticas? Haz un concurso de chistes malos («¿Dónde puede ponerse alguien que tenga mucho frío? En la esquina, porque siempre hay 90 grados». Badúm psss).
¿Ciencias? Escenifica un experimento y se lo enseñas a los más pequeños. ¿Música? Bitch, please. ¿Gimnasia? Ejem.
Todo, TODO, se aprende mejor si se interpreta. Los y las peques se enfrentan a hablar en público, cada uno lo hace a su nivel y hasta puedes tener encargados de vestuario o atrezzo si alguien es muy tímido y sabes que lo va a pasar mal. Y las competencias de plástica se cubren haciendo los escenarios.
HAZ TEATRO, TÚ QUE PUEDES.
Actividades de afición a la lectura
Me gustan tanto que hasta escribí un libro sobre ellas. Cada año que pasa se me ocurren nuevas maneras de llevar la lectura a clase.
Lecturas dialógicas, corrillos en clase, lectura de chistes o letras de canciones… Todo vale cuando se trata de engancharlos al texto escrito y le cojan afición a esto de pasar páginas.
Taller de prensa
Nunca he llegado a hacerlo, y siempre he tenido ganas. Ahora quizás sería un canal audiovisual en el que comentar las noticias del día, pero también me encantaría. Un poco como hace Ángel Martín a diario, pero sin ahogarse.
¿Cuántas competencias se pueden trabajar con esto? Buscar las noticias más importantes del día (o decidir cuáles les interesan), preparar una presentación, ponerse delante de la cámara y grabar un noticiario diario o semanal de unos minutos que vea toda la escuela.
Guardarlos y hacer una copia para cada uno de los participantes al final de curso. Invitar a gente del barrio o ciudad a participar, con una entrevista pensada y cuidada de antemano. Involucrar a todo el colegio, teniendo siempre en cuenta su nivel madurativo y hasta dónde pueden llegar. Meter a las familias en el ajo.
Basta. Me estoy poniendo los dientes largos a mí misma.
Enseñar idiomas a través de juegos, plástica, actividades físicas…
Vamos, lo que viene a ser «aprender haciendo». Sin carga académica, para que la atención se centre en el contenido lingüístico, pero usando lo lúdico para enganchar hasta a los más reacios.
Juegos de rol, pintura, deporte, danza… Lo que más rabia te dé (en mi caso, lo de danza mejor no: soy conocida por caerme aprendiendo a bailar tango porque levante los dos pies al mismo tiempo al dar un paso de lado. Sí, se puede. Te lo juro).
Cualquier cosa que sea divertida y les dé una excusa para hablar.
Creo que los y las docentes, igual que nuestro alumnado, necesitamos de vez en cuando dar una asignatura que nos emocione y nos haga enfrentarnos a los lunes con ganas. Porque nuestro trabajo no puede centrarse solo en que aprendan «cosas útiles»: también somos responsables de ofrecerles una serie de asignaturas favoritas que los emocionen tanto como nos emocionan a nosotras.
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Como siempre, gracias por estar ahí. Gracias por leer.
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