Leí una vez que, cuanto mayor te haces, más atractivos resultan los castigos que te imponían de pequeña.
«¡Castigada sin salir!», «¡A tu cuarto, nada de tele!», «¡Pues ahora te vas a la cama y sanseacabó!».
Acabo de describir mi domingo perfecto. Añade un «¡A tu cuarto a leer, no quiero oír ni pío!» y lo bordas.
Pero cuando eras niña o adolescente, cualquiera de esas cosas te reventaba el fin de semana y te ponía en contra de tus padres incluso si tu naturaleza era más bien casera y dormilona (como servidora). Basta que lo usaran como castigo para que les saltaras a la yugular, aunque te estuvieran dando la excusa perfecta para hacer lo que más te gustaba.
Con la animación a la lectura pasa tres cuartos de lo mismo. Sé sincera y dime cuántas veces te pusieron como castigo, en casa o en la escuela, que leyeras. La lectura en silencio se ha usado como penitencia desde que el mundo es mundo y la escuela es la escuela.
Dale la vuelta. Por lo que más quieras, por tu madre, por todos los dioses en los que creas, dale la vuelta.
La lectura como premio
Es más que probable que en tu clase tengas un sistema de recompensa por buen comportamiento, y si no lo tienes te animo a hacerlo. Quizás sea que me he vuelto ya medio yanqui, pero lo del refuerzo positivo me parece mucho más práctico para afianzar buenas costumbres que el castigo para quitar las malas.
Poner la lectura como premio funciona que da gusto. En serio.
El sistema de puntos funciona tanto a nivel de grupo como con premios individuales, e incluso con una combinación de los dos. Es cierto que, en clases complicadas, hacerlo a nivel de grupo entero puede significar que nunca haya una recompensa, aunque si lo que has puesto como objetivo les gusta mucho, lucharán por conseguirlo.
También puedes revertirlo: «El viernes vamos a [ponga usted cosa súper guay que les encanta, pore ejemplo cinco minutos más de recreo] si todo el mundo se porta bien / no recibo quejas de ninguna profesora / no volvéis a prender fuego a la papelera / nadie trae un caimán vivo a clase*».
*Ejemplos ficticios. O quizás no.
En lo que a premios individuales se refiere, a mí me gusta un sistema de bonos que le vi a una compañera. Los peques reciben puntos al final de cada día y cuando tienen X número, los canjean por un premio.
Los motivos para recibir esos puntos los decides tú. Sí, ya sé que deberían portarse bien porque sí, sin premios de por medio, pero a menudo hay que hacer lo que haga falta para mantener la paz (entre ellos) y la cordura (la tuya).
Los premios de los bonos no son materiales, y de hecho funcionan mucho mejor que cualquier cosa que se pueda comprar con dinero: quedarse en el recreo en clase con una amiga, sentarse con quien quieran en el comedor o cambiarse de sitio en clase (durante un tiempo limitado, si a ti te parece que sería demasiado). Sacar el parchís al patio, poder usar el ordenador diez minutos para lo que quieran, escuchar música mientras trabajan…
O media hora de lectura ininterrumpida en el rincón de la clase que has montado para ello.
Visita a la biblioteca como El Gran Premio
Algo que me funcionó muy bien en su momento fue dar pases para la biblioteca del centro. Por supuesto, esto supone que en dicha biblioteca tiene que haber una persona adulta todo el tiempo y eso escasea, pero si tienes la oportunidad, lo recomiendo mucho.
El premio era semanal, a elegir entre varios de esos ejemplos que te he dado. Quienes se habían portado bien durante la semana (que a menudo era toda la clase aunque alguno no fuera perfecto, ya me entiendes) elegía su actividad. La mayoría prefería jugar en el ordenador, pero un buen puñado de lectores y no tanto elegían la lectura como premio.
Y es que hay pocas cosas que les gusten tanto como salir de clase y «perder el tiempo» haciendo algo fuera. Yo avisaba a la bibliotecaria cuando le mandaba el grupito, así que no podían quedarse por el camino. Una vez estaban allí, ella se encargaba de ayudarles a encontrar la lectura que más les gustara.
Ya sé que esto de tener bibliotecaria no es la norma, pero ¿no podrías organizar una escapada a la biblioteca de barrio? Incluso si es una visita mensual o trimestral, la ilusión de salir del centro sería suficiente para ver la lectura como un premio. Si además es una salida programada, puedes ponerte de acuerdo con el personal y organizar actividades.
A falta de biblioteca a la que llevarlos, puedes ofrecerles media hora de lectura en voz alta (funciona genial con los más peques, amansa a las fieras, los engancha a la par que hipnotiza). Cúrratelo un poco la primera vez, con voces o incluso marionetas, y cuando les ofrezcas leer como premio harán cabriolas por ti.
Lo importante, sobre todo con los niños y niñas más peques, es que la asociación entre lectura y premio sea inmediata e intrínseca. Los puntos por páginas leídas y las competiciones para ver quién lee más libros harán (quizás) que lean más, pero no conseguirán crear afición. Si asocias lectura con algo placentero, perdurará más en el tiempo.
Este post es un fragmento sacado de Manual (in)failible de animación a la lectura, editado para que tenga sentido por si solo. Si te ha gustado y te interesa el tema, en el manual encontrarás muchas más ideas que llevar al aula, ya seas de Primaria o Secundaria (e incluso me he atrevido a dar algún consejo a las familias).
Si lo que buscas lectura de entretenimiento, Graciana es la última novela que he publicado, un libro con humor, toques de thriller y realismo mágico que tienes disponible en Amazon. También puedes reírte con Armarios y fulares, o averiguar qué es lo que pasa en un fin de semana entre amigos en Antes de que todo se rompiera.
Como siempre, gracias por estar ahí. Gracias por leer.
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