
No sé a quién se le ocurrió lo de poner notas en la escuela, ni en qué momento de la historia empezamos a evaluar a los niños y niñas en una escala del uno al diez (o alfabética, como la americana; o aquel “progresa adecuadamente”/“necesita mejorar” que no sé si se sigue usando pero que yo siempre odié). Lo que sí sé es que pocas cosas dan tanto miedo y provocan tantos nervios como las notas. Decirles “esto cuenta para la nota final” es hacerles prestar atención un viernes a última hora. Qué cosas tienen las escalas cuantitativas, cómo nos hacen temblar.
Como adultos que hace tiempo que terminamos los estudios, esto de la evaluación ya nos queda un poco lejos y no llegamos a entender hasta qué punto les importa. Por eso es buena idea ponernos en su lugar de vez en cuando y dejar que sea nuestro alumnado el que nos evalúe; de verdad os digo que el ansia de sacar buena nota no muere con la edad, y si no me creéis haced la prueba y poneos al otro lado de las calificaciones escolares. Yo llevo unos años haciéndolo a final de curso (no muchos, lo admito, y no con todos los cursos), y la verdad es que me ha ayudado mucho a darme cuenta de cuáles son mis puntos fuertes y en qué aspectos debo mejorar.
Os veo mirarme raro. “¿Cómo voy a dejar que me evalúen mis alumnos?”, estáis pensando, como si lo viera. “Con lo borde/estricta/gritón que soy, seguro que me ponen una nota pésima. ¿A qué adolescente le caen bien sus profesores? ¿Qué tontería “new-age” es esta?” Y es que estamos convencidas de que ser severa, o poner muchos exámenes, o mandar muchos deberes, nos va a convertir en la bruja mala del oeste, pero os sorprenderíais de lo bien que los niños y niñas (y no digamos ya los y las adolescentes) nos conocen y saben por qué hacemos lo que hacemos.
Razones para dejar que te evalúen
Hay decenas de motivos para dejar que te evalúen, pero estas son algunas de las razones por las que yo empecé a hacerlo.
1. Saber qué actividades les gustan más para seguir usándolas.
Por ejemplo, yo suelo usar canciones en el aula (las que suenan en la radio, no las del libro), pero a veces me da la sensación de que no les motivan demasiado, que no les enganchan. Cuando les pregunto qué cosas de las que habíamos hecho durante el curso les han gustado más, la gran mayoría suele mencionar las canciones. Eso me da seguridad y me anima a seguir con las cosas que funcionan.
2. Saber qué es lo que menos les gusta para enfocarlo de otra manera o quitarlo del todo.
La respuesta unánime, todos los años, a la pequeña encuesta que les hago es que lo que menos les gusta son los ejercicios de gramática y la teoría que los acompaña. Año tras año voy cogiéndole el tranquillo a enseñar el pasado o el presente continuo con otras actividades, textos que les interesen o juegos del tipo que sean para que no tengan que memorizar las horrorosas normas llenas de excepciones que vienen en el libro. Pero si no me lo hubieran dicho, no me habría dado ni cuenta, porque los ejercicios son tan mecánicos y tan sencillos que pocos protestan cuando los hacen. Eso sí, aprender no aprenden nada y no les sirve para mejorar su inglés, porque no lo usan de manera natural. Y se dan cuenta.
3. Me ayuda a ver los puntos fuertes de mis clases… y los débiles, claro.
Siempre les pregunto cuál de las cuatro destrezas básicas (leer, escribir, comprensión oral y fluidez verbal) creen que hemos trabajado más en los años que han estado conmigo, y cuáles sienten como las más débiles. Aquí las respuestas son variadas, pero suelen elaborar lo bastante como para que me hagan caer en la cuenta de que me decanto más por la lengua oral que por la escrita y que es un tema que tengo que trabajar.
4. Me ayuda a desarrollarme como docente.
“Gritas mucho”, me escribió un crío una vez en una evaluación, “pero luego se te pasa rápido”. “Te enfadas por nada, ¡relájate, mujer!”, me dijo otra. Me reí, porque por supuesto tienen razón, y me encantó que tuvieran la confianza suficiente como para decírmelo y que se dieran cuenta de que lo mío es como lo del perro ladrador, que luego no llega a nada. Por suerte, los mismos dos también me dijeron que explico muy bien las cosas y que, “aunque no entiendo todo lo que dices, haces tantos gestos que al final me aclaro”.
Aunque las críticas que hacen sean negativas, siempre son constructivas. Si has sido una persona medianamente normal durante el curso, te tienen aprecio y no quieren herir tus sentimientos (pero siempre, SIEMPRE, serán sinceros/as).
5. Me ayuda a planificar el año siguiente.
Una de las preguntas que les hago siempre es sobre qué les hubiera gustado hacer que no hemos hecho este año (o en los anteriores). La primera vez que lo hice pensé que las respuestas iban a ser del tipo “jugar más al ahorcado”, «más tiempo libre» o similares, pero me llevé una sorpresa muy grata. “Hacer experimentos de ciencia en inglés”, me dijo una. Talleres de cocina en inglés, informática en inglés, historia en inglés… Me han pedido de todo. Y, aunque por razones de tiempo y energía no puedo satisfacer todas sus demandas, las tomo muy en cuenta y trato de incluir algo de lo que me piden en cada curso.
Preguntas que puedes hacer en tu evaluación.
Antes de nada, mi consejo es que hagas de esta evaluación algo divertido. Bromea con ellos, deja bien claro que es anónimo, que no te vas a enfadar, que pueden decir la verdad. El hecho mismo de que les estés dando permiso para ponerte una nota ya dice mucho de ti y de tu relación con tus alumnos, así que no tengas miedo a lo que puedan decirte (yo jamás he encontrado una respuesta faltosa o insultante, aunque algunos hayan sido críticos).
Aquí te dejo una muestra de preguntas que he utilizado yo a lo largo de los años, que puedes adaptar dependiendo de la asignatura que des y la edad de tu alumnado. Puedes dar ejemplos sobre lo que les estás preguntando para guiar las respuestas a lo que a ti te interesa saber. Recuerda que haces esto para mejorar tu práctica docente y las respuestas te tienen que ser útiles.
¿Cuál ha sido tu parte favorita de la asignatura este curso?
¿Qué es lo que menos te ha gustado?
De los temas que hemos dado, ¿cuál te ha gustado más? ¿Cuál menos?
Piensa en las actividades extras (canciones, juegos, proyectos). ¿Qué es lo que más te ha gustado aparte del libro de texto?
¿Qué te ha parecido el nivel de la clase? (Fácil, difícil, lo normal.) ¿Por qué? (Hablo muy rápido, me explico bien, no pronuncio bien…)
¿Crees que vas bien preparada al curso que viene? ¿Qué te falta, si es que te falta algo?
¿Qué te hubiera gustado hacer que no hemos hecho? ¿Cómo podría haber hecho la clase más entretenida?
¿Qué es lo que más te gusta de mí como profesora? ¿Y lo que menos?
Ponme una nota del 1 al 10 y justifícala, por favor.
No hace falta que uses todas, por supuesto, ni que sean tan cerradas. Puedes darle un formato de informe escolar para que les haga más gracia, hacer que contesten a todo con el dichoso «progresa adecuadamente» o «necesita mejorar», cualquier cosa que les motive y les demuestre que no va en serio (aunque para ti sí vaya en serio, y mucho). Tú conoces a tu alumnado mejor que nadie, y tú sabes qué necesitas saber. Yo, por ejemplo, doy plástica en inglés y suelo preguntarles qué proyectos han sido sus favoritos. Curiosamente, suelen ser los más complejos y los que más esfuerzo les ha costado. Nunca dejarán de sorprenderme.
¿Permites que te evalúen tus alumnos y alumnas?
¿Qué tipo de preguntas les haces tú?
¿Cuál ha sido la respuesta más divertida o llamativa que has recibido?
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