El 17 de mayo se celebra el día contra la homofobia y la transfobia. Empezó a celebrarse para conmemorar la eliminación de la homosexualidad de la lista de enfermedades mundiales, aunque no sé desde cuándo es uno de esos días marcados en el calendario de «días de» habituales.
A mucha gente no le gusta lo de marcar días especiales en el calendario para una u otra causa. A veces esgrimen argumentos que puedo llegar a entender, como que no debe haber solo un día para luchar contra la transfobia, sino que debe ser algo que trabajemos a diario. Otras, te vienen con eso de «y el día contra la heterofobia para cuándo, ¿eh?, ¿EH?», y en esos casos tengo que refrenar mi instinto asesino y no tirarles el zapato que quiero, NECESITO, tirarles.
Los «días de» ayudan a centrar la atención en situaciones que sí, conocemos, pero sobre las que quizás no sepamos demasiado. Todos y todas sabemos que hay gente que sufre de enfermedades poco comunes, por ejemplo, pero al menos yo no pienso mucho en el tema porque no me toca de cerca. Cuando llega el Día de las enfermedades raras, sin embargo, los medios de comunicación hacen especiales, recibo un montón de información y me doy cuenta de todo lo que implica sufrir una enfermedad así.
Lo mismo con el Día de la mujer, como bien se probó este ocho de marzo en el que salimos a la huelga.
El día contra la homofobia y la transfobia es hoy tan necesario como lo fue en 1990, especialmente en las escuelas. Tras casos como el de Ekai o Thalia, que se quitaron la vida por vivir en una sociedad en la que no podían ser como querían, o viendo las escalofriantes estadísticas sobre suicidios en la comunidad LGTBQ+, educar a las y los niños, los y las adolescentes, es una necesidad de primer orden.
Y sí, lo hacemos todos los días, paramos la clase cuando oímos un comentario que no nos gusta y sacamos el tema de vez en cuando, porque es importante hacerles saber que tienen derecho a sentirse como quieran sentirse y a expresarse como les da la gana.
Pero el 17 de mayo nos da una excusa para tratar el tema más en profundidad. Nos da una excusa para decir «esta semana me salto la programación y vamos a hacer tertulias o lecturas dialógicas», o «la redacción de esta semana va a ser sobre alguna persona no-heterosexual que conozcáis». Nos da la oportunidad de hablar directamente del tema, de escucharles, de saber qué piensan y oír sus preocupaciones.
Y de asegurarnos de que están recibiendo la información de fuentes fidedignas, y no de Forocoches.
Algunas ideas para el día contra la homofobia y la transfobia
Si solo le vais a dedicar un día (no deberías, pero quién soy yo para juz– POR QUÉ LE DEDICÁIS SOLO UN DÍA, EH), no os recomiendo que utilicéis todos los vídeos e ideas que os traigo porque iba a ser sobredosis, y eso tampoco nos interesa. Ninguna de las actividades que os propongo lleva más de una hora (bueno, quizás la última sí) y ninguna de ellas necesita preparación previa. Cada uno y cada una conoce su clase mejor que nadie y sabrá qué tipo de actividades puede hacer sin que el alumnado piense que «¡iuju, un día de fiesta!». Aquí os dejo las que me han funcionado hasta ahora, y las que tengo intención de hacer con una clase muy, muy concienciada con el tema.
Pol
Este vídeo es, simplemente, maravilloso. Pol nos habla de las masculinidades a través de una anécdota en la playa. Habla del machismo, de las agresiones sexuales, de lo que es ser chica y, por tanto, un objeto sexual, y pasar de repente al otro bando, al de ser visto como un agresor.
He usado este vídeo en sexto y el éxito ha sido rotundo. Aparte de algunas risas aisladas con la palabra «polla» y «maricón» (también se ríen con «pis» y «caca», tienen once y doce años, qué se le va a hacer), la atención ha sido absoluta y la respuesta, maravillosa. Me hicieron ponerlo dos veces y la tertulia que siguió fue fantástica. Se corregían los unos a los otros («ya no es Carla, Carla era antes, Carla ya no existe») y decidimos que el padre de Pol es un buen tipo y nos cae bien.
Sé que Pol ha hecho más vídeos, pero no he tenido tiempo todavía de verlos todos. Les echaré el ojo, porque me encanta cómo se expresa y lo claro que habla.
El vestido nuevo
Este vídeo es ya muy antiguo y recuerdo haberlo visto en algún curso de coeducación allende los tiempos. Lo encontré de casualidad, buscando material para llevar a clase, y de verdad os digo que es perfecto para poner en clases de niños y niñas de tercero de primaria para arriba. Nos permite trabajar temas como el bullying, la importancia de ser diferente o las normas sociales que nos impiden vestirnos como nos da la gana.
«No puedes vestirte de chica, es ilegal» es una de las frases que más les llamó la atención a los de sexto. Todos sabían que no era cierto, pero les costó un buen rato argumentar por qué los chicos nunca llevan vestidos. La conclusión fue «porque se reirían de mí». Y cuando se dieron cuenta de eso, pude ver en sus caras que algo hacía «clic» ahí dentro.
Mischief managed.
Cuéntame un cuento
Esta semana quiero trabajar los cuentos tradicionales en clase. Mi idea es hacer, entre todos y todas, una lista de cuentos clasificada por el tipo de historia de amor que nos venden. Fijarnos en quiénes son los protagonistas y cuántos chicos y chicas hay (porque sigo trabajando el feminismo, claro, que va de la mano con los derechos LGTBQ+), fijarnos en qué tipo de parejas surgen, en el estereotipo de amor romántico.
Fijarnos en que encontrarte a una chica inconsciente en el bosque y darle un beso no es lo que se debe hacer.
Zarandéala, llama a Merlín, pide ayuda a los enanitos, pero no la beses.
(¿Y qué me decís de los enanitos? Ven a una chica perdida en el bosque y dicen «¡bien, ya tenemos chacha!». No «pobrecita, se ha perdido», no «vamos a ayudarla a encontrar una vida mejor», solo «límpiame las botas, tú».)
(Basta, que me enciendo).
Después de eso, les voy a pedir que le den la vuelta a un cuento tradicional. En parejas (porque quiero que haya debate), van a deconstruir el cuento que ellos y ellas elijan y contárnoslo al resto de la clase, teniendo en cuenta todo lo que hemos hablado. Si alguien prefiere hacerlo por escrito, vale, pero la idea es, siempre, que surja conversación y oír lo que opinan.
Ya os contaré el resultado.
Hay muchas más posibilidades, claro, pero cinco horas a la semana no dan para más (y mi energía tampoco). Se trata de plantar una semilla de normalidad en clase, una forma de hacerles ver que podemos hablar de este tema, que nada es tabú, y que si alguna vez necesitan una persona adulta en quien confiar, hay varias a su alrededor.
También me ha encantado oír a varios niños y niñas decir que ellos no se reirían si alguien de su clase cambiara de género y apareciera un día pidiendo que le llamaran por otro nombre. «Hombre, al principio me quedaría un poco sorprendida, pero reírme, no. Y le ayudaría si los demás se rieran».
Y ese era mi objetivo.
¿Qué otras actividades has llevado tú al aula?
¿Cómo tratas este tema con tu alumnado?